Todo tiene una historia. Algunas veces se omiten los pequeños detalles para dar protagonismo a las acciones épicas, para hacer que el heroísmo brille a su máximo esplendor e incluso para magnificar aquello que sin ayuda resulta ser común y corriente. Estamos acostumbrados a oír hazañas donde lo ordinario puede convertirse en clave para encontrar sentido y eventualmente resulta que es justo ahí donde radica el valor de la anécdota.

 

En esas omisiones, grandes pero tímidas mentes han pasado al olvido, son pocas a las que les llega su momento de justicia. Para Louis Le Prince, tomó más de 120 años para que el tiempo le concediera, oficialmente, un lugar en la historia del séptimo arte. Fue hasta el 2015 que David Wilkinson  en un documental, atribuyó al inventor francés  el nacimiento del cine.

 

La escena del jardín de  de Roundhay, es una serie de 20 fotogramas que logran una secuencia de menos de dos segundos y aunque suena nimio, hoy en día le debemos la imagen en movimiento con toda la magia que desde Georges Méliès ha acompañado al cine. Antes del kinetoscopio de Edison o del cinematógrafo de los hermanos Lumiere, Le Prince ya había proyectado en 12 cuadros por segundo, una secuencia donde se aprecian cuatro personas merodeando en un jardín.

 

Misteriosamente, el hecho pasó desapercibido en 1888 y poco tiempo después el mismo Louis Le Prince habría desaparecido. Afortunadamente, su creación no se  perdería y unos años después la imagen volvería a cobrar vida a través de una pantalla. El cine sería atribuido a otras personalidades, pero no por siempre. Los fotogramas serían encontrados e incluso remasterizados para darle a Le Prince el privilegio de ser recordado por darle al mundo la primera película de la historia.