Allá en la sierra, ese lugar lejano donde el sol tiñe de amarillo los paisajes; donde aún hay lagos y ríos que reflejan el cielo azul; en esos paisajes de doradas mazorcas donde un par de trenzas enmarcan bellos y coloridos atuendos; allá donde el jaguar, la luna y la mujer son símbolos sagrados; fue allá  donde Raúl Morales Góngora encontró su inspiración.

En su libro El sendero de las mariposas el autor potosino nos lleva, a través de tres relatos, hacia el mundo indígena, lejos de las grandes urbes y con gran arraigo a sus tradiciones y costumbres. En sus personajes encontramos un lenguaje que esconde toda una cosmovisión ancestral, pero también irremediable empatía.

En locaciones de ficción se encuentra una sutil pero minuciosa recreación de las costumbres purepechas, zapotecas y mayas.  Su día a día se pone de manifiesto a través del pilar familiar y el amor. El poder del patriarcado también se hace presente en un texto que se aleja de toda urbe para ir directo a las raíces indígenas.

Fluida y ágil es la lectura de El sendero de las mariposas; y aunque el libro adolece de personajes llenos de carisma, encontramos humanidad en toda la extensión de la palabra. Más que una pieza de museo el libro retrata la cultura desde el día a día, desde lo cotidiano.

Sin falsas pretensiones, la narrativa no busca hacer un acto de caridad que más que otra cosa parece política pública; lo que Góngora hacer es una fotografía narrativa de tres culturas, y lo hace a través de tres textos bajo contenidos en El sendero de las mariposas de la Editorial Font.