Rockeando en un mundo libre
El segundo día de Desert Trip llegó, con él los miles de fanáticos que añoran a la banda que marcó un antes y un después en la música. The Beatles rompió la barrera del tiempo para trascender en todas las generaciones y Paul McCartney como máximo representante del cuarteto más famoso era el atractivo principal para muchos.
El ambiente de camaradería se mantuvo. Desde la entrada se creaban grupos que marcaban el paso al ritmo de ‘Hey Jude’ para hacer del largo camino al recinto, un paseo ameno. El cansancio de la noche anterior y el aumento de la temperatura pasaban desapercibidos pues el buen sabor de boca que dejaron The Rolling Stones y Bob Dylan sólo consiguieron aumentar el entusiasmo de los asistentes.
Una vez más había tiempo de sobra para disfrutar de las amenidades. La galería Desert Trip Photography Experience era la parada obligada. Una carpa dedicada a la exposición de más de 200 imágenes de Bob Dylan, The Rolling Stones, Neil Young, Paul McCartney, The Who y Roger Waters resultó ser una grata vivencia para todos pero un tesoro para conocedores.
Desde la imagen de McCartney que parece desafiar la lente hasta una foto de Jagger sosteniendo un vinil de Dylan eran las protagonistas. Por si algún necio aún tenía dudas, la exhibición las aniquilaba: Desert Trip no es un concierto, es una experiencia que se mantendrá como una de las más envidiadas. Los organizadores lo tuvieron claro y cuidaron hasta el mínimo detalle.
Cuando el anuncio de la App oficial del festival indicó que se aproximaba el momento para que Neil Young se apoderara del escenario la gente comenzó a buscar el lugar con la mejor vista. La espera se alargó por 30 minutos o quizá por más pero eso no importó porque Neil Young salió a dar muestra de su talento al mero estilo folk y country. A ‘After The Gold Rush’ le siguió ‘Heart of Gold’ y en ese momento supimos que el día dos superaría las expectativas.
Los fieles seguidores de Young coreaban cada tema. Su armónica iba anunciando cada canción y para ‘Harvest Moon’ ya tenía a su audiencia con la piel de gallina quienes le cantaban de vuelta “when we were strangers I watched you from afar”. No, ahí nadie era extraño nos unía el gusto musical, el amor por Neil Young y sí, todos seguimos enamorados de él bajo la luna.
Pero esa noche era de fiesta, el compositor canadiense lo sabía; para la segunda parte del concierto cambió los tonos melancólicos y enamoradizos por poderosos riffs, esos que recuerdan el origen del grunge. Su lado más rockero se apoderó del recinto para conquistar a los pocos que se habían mostrado renuentes a su música. Un aire de sorpresa, satisfacción y emoción tenía a todos gritando.
Neil Percival Young hipnotizó a su público. Su trabajo en la guitarra se sentía, literalmente las notas retumbaron en las cajas torácicas de miles y miles de personas estupefactas. El cierre no podía bajar los niveles de éxtasis, ‘Rocking in the Free World’ fue monumental. Un cierre que se prolongó en tres ocasiones para dar rienda suelta a la magia que sus dedos logran al tocar las cuerdas. Las luces del escenario se apagaron y unos minutos pasaron antes de poder digerir lo que habíamos presenciado.
¿Podría nuestro corazón soportar más dosis de dopamina y endorfina? Tendría que hacerlo, Paul McCartney nunca decepciona. Durante la espera escuchábamos Paul por aquí, The Beatles por allá, Abbey Road a la derecha, Lennon a la izquierda. Datos curiosos y recuerdos del cuarteto de Liverpool se compartían de un lado a otro. El cover que una noche antes hicieron los Stones de ‘Come Together’ también era tema de conversación.
Las pantallas se prendieron y con un recuento de los temas de The Beatles y McCartney comenzó la cuenta regresiva. ‘A Hard Day’s Night’ fue el inicio de las más de dos horas de concierto que nos esperaban. La juventud regresó al cuerpo de toda una generación que ahí se encontraba. ‘Day Tripper’, ‘Love Me Do’, ‘Back in the U.S.S.R’ puso a los más grandes a brincar, girar el cuello y gritar como si tuvieran veinte.
En medio de playeras multicolores que iluminaban las cabezas canas se gestaba una poderosa energía. Se respiraba felicidad y armonía, bien dicen que la música es un lenguaje universal. Y llegó la cumbre, Neil Young regresó al escenario; junto a Paul interpretó ‘A Day in the Life’, ‘Give Peace a Chance’ y ‘Why Don’t We Do It in the Road’. Todos los medios hablaran de ese momento, pero solo quienes lo vivimos comprendemos que no hay palabras que expliquen con precisión las emociones de ese instante.
Dos canciones después sonó ‘Ob-La-Di, Ob-La-Da’ para cerrar el pacto de hermandad. En un abrazo comunal saltamos y cantamos. Ya no había conversaciones, solo sonrisas y miradas de complicidad. Pensábamos que ya lo habíamos visto todo incluida la versión que hizo el Beatle de ‘In Spite of All the Danger’ de The Quarrymen. Con ‘Live and Let Die’ se hicieron presentes los efectos de producción; explosiones en el escenario y fuegos artificiales eran la descripción gráfica de lo que pasaba en el interior de cada ser ahí presente.
‘Hey Jude’ fue el himno de entrada al evento y también lo sería al salir. Sir Paul se despidió en falso, minutos más tarde regresó para darnos cuatro temas más entre ellas ‘ I Wanna Be Your Man’ dedicada a sus Satánicas Majestades. Al final, el amor que se llevó Paul a casa es igual al amor que nos entregó esa noche. Desert Trip nos regaló una noche de euforia, el reto se queda hoy para The Who y Roger Waters.