Bogart
Lo que une a Humphrey Bogart con esta revista es mucho más que un nombre…
Para encontrar nuestra identidad como medio, volteamos a ver al actor de Los Ángeles, California. Su porte, su seriedad, su estilo, su mirada a medio caer, el sombrero, la gabardina, la elegancia, la mordacidad, la extraña capacidad de decirlo todo con una mirada… Todo se unió para darnos la respuesta que buscábamos: ¿Cómo queremos que sea Bogart Magazine?
Queríamos que la revista fuera romántica, como su diálogo inmortal en Un Lugar Solitario: “Nací cuando ella me besó, morí el día que me abandonó, y viví el tiempo que me amó”.
Queríamos que fuera seductora, para como él, conquistar a Lauren Bacall, la más hermosa de todas las actrices de la historia. Queríamos que fuera fuerte, para ser el único capaz de aguantarle una juerga de whisky al pirata John Houston. Queríamos ser como Sam Spade en El Halcón Maltés, listos para matar, preparados para enamorar, dispuestos a embestir…
En nuestras páginas y letras tratamos siempre de impregnar un poco de Bogart: una pizca de cinismo, una cucharada de humor, la verdad de frente y al último, una sonrisa rota que te diga: “este es el inicio de una hermosa amistad”.
En una declaración concreta, como era su costumbre, Katherine Hepburn dijo sobre Humphrey: “Iba directo al grano. Nada de quizá. Sí o no. Le gustaba beber. Bebía. Le gustaba navegar. Navegaba. Era un actor. Era feliz”. Nos gusta pensar que comunicamos como Bogart vivía: sin medias tintas, sin máscaras ni disfraces, directos, humanos y orgullosos.
Nuestra visión no se formó a partir de una compleja estrategia de negocios, se construyó a través de la forma de ser de un actor que veía en los pequeños detalles, la mejor forma de disfrutar el trabajo y la vida: “Estoy 3 tragos adelante de todo el mundo”.
Cuenta la leyenda que las últimas palabras de Bogart a su amada Lauren fueron: “Adiós, nena. Date prisa en volver”. Al regresar al hospital, los médicos de informaron a Bacall que el actor había muerto. De Boogie lo queremos todo, sus vicios, su talento, su voz, su vestir, su forma inolvidable de dar el hola, su entrañable manera de decir adiós.
Cuando decidimos nombrar a nuestra revista por un actor, sabíamos que tenía que ser el mejor, el más grande, el más cabrón. Misión cumplida.
Homenajeamos el nacimiento de Bogart porque su recuerdo es oro para nuestra memoria, su vida inspiración para nuestro trabajo, su actuación, el más sagrado de los dogmas para nuestra revista.
Sí, queremos ser como Humphrey Bogart para cuando llegue el final, poder irnos como Rick Blaine: con el corazón roto, el alma quebrada pero el orgullo intacto:
“Siempre nos quedará París. No lo teníamos, lo habíamos perdido hasta que viniste a Casablanca, pero lo recuperamos anoche. Yo también tengo mi labor que hacer y no puedes seguirme a donde voy. En lo que tengo que hacer no puedes tomar parte. Y no valgo mucho, pero es fácil comprender que los problemas de tres pequeños seres no cuentan nada en este loco mundo. Algún día lo comprenderás. Vamos, Vamos. Ve con él Ilsa”.
Pase lo que pase, siempre nos quedará Bogart.