El pasado viernes 17 de enero, Lluvia (México, 2023), ópera prima de Rodrigo García Saíz, se llevó a cabo una función privada en la Cineteca Nacional de México, seguido por una conferencia de prensa con el equipo creativo. La película, escrita por la cineasta argentina Paula Marcovich, se presenta como un relato coral que explora la condición humana a través de seis historias entrelazadas, todas ellas situadas en las calles de la Ciudad de México y unidas por la lluvia.

Durante la conferencia de prensa, García Saíz explicó que, aunque el proyecto fue inicialmente concebido como una estructura capitular, el proceso de montaje alternado permitió reescribir la película de manera que las historias se conectaran de forma más orgánica. El director agradeció el trabajo de la editora Liora Spilk, a quien calificó de fundamental en la creación de una narrativa “muy humana” que refleja la complejidad emocional de los personajes.

La película nos presenta historias sobre las relaciones, las coincidencias, el dolor y la efimeridad de la vida. Jorge (Bruno Bichir), un taxista cuya vida da un giro inesperado cuando descubre, al dejar a un pasajero en su casa, que su esposa Carmen (Karina Gidi) lo ha estado engañando. Desconsolado, se refugia con su amante Tere en un hotel, donde la frustración y el dolor del momento son compartidos. Este relato no solo pone en evidencia la infidelidad, sino también las emociones de un hombre atrapado entre el amor y la traición, creando una atmósfera densa y angustiante.

En la segunda historia, Ana (Cecilia Suárez) y Esteban (Mauricio Isaac), una pareja distante y desconectada uno del otro que, al viajar en el metro, se ven envueltos en la situación de un hombre que pierde la conciencia. Tras llevarlo al hospital y recibir las pertenencias, van a su casa para avisar a sus familiares de la situación, pero al llegar no ven a nadie. Lo que parecía un incidente aislado se convierte en un momento de revelaciones y tensiones en su relación, mientras Esteban acusa a Ana de tener un amante ante la barrera que ella pone para comunicarse e interactuar con él, después de un acontecimiento misterioso del pasado que marcó a ambos. El giro inesperado al final, es cuando encuentran a un niño en la casa y, al llevarlo al hospital, se dan cuenta de que el hombre ha muerto y el niño llora desconsolado, deja una sensación de desarraigo y desconcierto.

La tercera historia se enfoca en Sofía Chávez (Arcelia Ramírez), una solitaria y melancólica profesora de inglés de secundaria que, al transitar por las oscuras calles rumbo a su hogar, se ve víctima de un asalto. Posteriormente, uno de los delincuentes, José Jiménez “El Gato” (Axel Shuarma), al encontrar una identificación en el bolso, descubre con asombro que la mujer que ha robado fue su ex profesora, de quien había estado enamorado. La aparente casualidad de este encuentro da paso a una visita en la que, impulsado por una mezcla de nostalgia y deseo no resuelto, El Gato le confiesa sus sentimientos reprimidos. Lo que comienza como una conversación superficial se va tornando cada vez más introspectiva, al punto en que Sofía, en un momento de vulnerabilidad, revela su experiencia en un psiquiátrico. En esta interacción, ambos logran, por un fugaz instante, superar la soledad que los aqueja, compartiendo risas y evocando el eco de un pasado común. Sin embargo, el encuentro culmina abruptamente cuando, en un giro inesperado, El Gato deja caer accidentalmente de su bolsillo la credencial de Sofía, lo que lo lleva a darse cuenta de que fue él quien la asaltó. Este desenlace subraya el absurdo de las coincidencias y la tensión entre el pasado y el presente, iluminando la tristeza de unas vidas marcadas por los ecos del pasado, mientras se desenvuelven en la monotonía de su cotidianeidad.

La cuarta historia se centra en Angie (Martha Claudia Moreno), una enfermera solitaria inmersa en la opresiva atmósfera de un hospital, donde se encuentra atrapada en un ciclo interminable de vidas frágiles y decisiones moralmente ambiguas. Una tarde, un hombre gravemente herido por un disparo en el hígado es ingresado en la camilla número siete. Tras atenderlo, compartir unas fugaces miradas y negarle el permiso para fumar en el área, Angie se ve de pronto arrastrada por una solicitud del hombre, quien la involucra en un oscuro e inusual favor que desemboca en una venta de drogas. En un giro inesperado, la mujer se ve sumida en una fantasía momentánea, admirando un vestido en un aparador. Por un breve instante, el tiempo parece detenerse para ella, como si esa prenda pudiera ofrecerle una salida a la vacuidad de su vida cotidiana. La emoción de haber encontrado el vestido de sus sueños la sumerge en una distracción efímera, pero al regresar al hospital y enfrentar la muerte del paciente, se ve obligada a confrontar una realidad marcada por los anhelos y deseos que le otorgan un sentido de plenitud y propósito a su vida.

En la quinta historia, Héctor (Esteban Caicedo), un joven que trabaja en el billar “La Pelusa”, se encuentra, en su camino a casa después de haber cerrado el local, con una mujer japonesa, Suki (Mayuko Nihei), parada sobre un puente, hundida en una misteriosa pena que la aqueja. Sin palabras claras al principio, pero con una conexión inexplicable, ambos comparten un poco de sus dolores y van a cenar. Al darse cuenta de que ninguno tiene dinero para pagar la cuenta, salen corriendo por las calles encharcadas, en una noche de juegos, risas y un memorable e íntimo baile al ritmo de Pena Que Yo Siento, interpretado por Tania Libertad. Se crea un retrato de belleza efímera al estilo del maestro Yasujiro Ozu, donde se resalta la belleza de la espontaneidad y la conexión humana, como una forma de alivio ante la tristeza. El beso final entre ellos, seguido de la salida de la mujer bailando bajo la lluvia, es una metáfora de la liberadora experiencia de vivir el momento.

La última historia de la película se centra en dos individuos aparentemente desconocidos, pero que, en realidad, comparten un pasado común marcado por un suceso que afectó profundamente a uno de ellos. Pablo (Kristyan Ferrer), quien llega en su camioneta a una calle frecuentada por sexoservidoras, aborda a Florencia (Morganna Love), una mujer trans, para contratar sus servicios. La noche es fría, y la conversación comienza con una pregunta sobre su acento, que Pablo, originario de Sinaloa, identifica inmediatamente. A medida que la charla avanza, ambos descubren que tienen un pasado compartido, ya que vivieron cerca el uno del otro en su lugar de origen. Pablo, visiblemente afectado, recuerda un suceso desgarrador y, entre lágrimas, revela que Florencia es responsable de aquel acontecimiento de su vida.  El relato culmina cuando ambos se dirigen hacia un hotel, dejando entrever que la historia no solo aborda la confrontación con el pasado, sino también la imposibilidad de escapar de las heridas emocionales que los definen.

La obra concluye con la lluvia apagándose como un suspiro, dando paso al alba. Cada personaje se enfrenta al inicio de un nuevo día, donde sus historias seguirán desarrollándose a través la gran ciudad. Es un nuevo día.

Uno de los aspectos que más destacó García Saíz fue el rodaje en condiciones climáticas extremas, ya que decidieron filmar en plena temporada de lluvias, lo que le dio una autenticidad a las escenas, pero también supuso un reto para los actores. “Prácticamente el 70% de la lluvia que quedó en la película es real”, comentó el director, lo que significó que los actores tuvieron que enfrentarse a condiciones hostiles de trabajo, incluyendo noches largas de rodaje, temperaturas frías y repetición de escenas bajo la lluvia. Arcelia Ramírez, quien participó en la película, compartió su experiencia de filmar bajo estas condiciones: “Efectivamente, fue un elemento que nos costó trabajo en términos prácticos, había que repetir las escenas, nos mojábamos, era noche, hacía frío… Todas esas condiciones son difíciles”, explicó. También mencionó que el equipo tomaba precauciones, como tomar vitamina C y usar ropa térmica, para evitar resfriados.

Uno de los aspectos más destacados de Lluvia es su impecable dirección de fotografía, a cargo del argentino Leonardo Hermo. Contratado por García Saiz para aportar una visión fresca sobre las calles de la Ciudad de México, Hermo logra capturar la atmósfera única de la capital mexicana, mostrando su rostro más puro y evocador. Los movimientos de cámara en los momentos tranquilos de la trama son fluidos y naturales, reflejando las emociones internas de los personajes con sutileza. La lluvia, omnipresente en el filme, no solo actúa como un elemento visual, sino como un recurso poético que refuerza la conexión emocional de las historias. Hermo sabe cuándo permanecer en la quietud y cuándo mover la cámara en función dramática, creando una sensación de introspección que acompaña perfectamente el tono contemplativo y emocional de la película.

La atmósfera creada por la lluvia no solo fue un reto logístico, sino también un elemento clave en la narrativa. García Saíz destacó la importancia de la banda sonora compuesta por Ramiro del Real, quien diseñó un score “atmosférico”, pensado para acompañar las emociones generadas por la lluvia y los momentos de introspección de los personajes. El director describió la música como un score que no busca acompañar la acción, sino crear una atmósfera que haga eco de la lluvia, resaltando el uso de instrumentos y notas musicales suspendidas que, según comentó, logran generar una tonalidad “medio lluviosa”.

Lluvia es una película que desafía las convenciones narrativas, destacando por su exploración profunda de las emociones humanas y la complejidad de las relaciones interpersonales. Con una estructura que oscila entre lo melancólico y lo esperanzador, y una atmósfera tensa que mantiene al espectador inmerso en la ciudad, la película se erige como una reflexión sobre el dolor, el deseo y la constante búsqueda de conexión en un mundo lleno de incertidumbres. Es una obra que deja una impresión duradera por su audacia y sinceridad emocional.