Memorias de un caracol o la belleza de encontrar la libertad de nuestros propios caparazones
El pasado 10 de febrero se llevó a cabo la premier de Memorias de un caracol (Memoir of a Snail, Australia, 2024) en la Cineteca Nacional de México, con la presencia del elenco que prestó su voz en el doblaje al español para dar vida a los entrañables personajes de la nueva película del director australiano Adam Elliot, ganador del Oscar en 2004 por su cortometraje Harvie Krumpet. El doblaje en español está conformado por la actriz Cassandra Ciangherotti, el actor Emilio Treviño y el influencer Javier Ibarreche, quienes expresaron su entusiasmo y gratitud por formar parte del más reciente proyecto del director de Mary and Max (2009).
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Memorias de un caracol es una obra agridulce que captura la fugacidad de la felicidad y el peso de los desafíos a lo largo de la vida. La historia sigue a Grace Pudel (Cassandra Ciangherotti en español, Sarah Snook en el idioma original), quien, tras la muerte de su única y mejor amiga Pinky, narra su vida a Sylvia, un pequeño caracol de jardín. Grace, quien heredó el amor por los caracoles por parte de su madre, fallecida al darla a luz, recuerda con toda claridad una infancia marcada por enfermedades, una malformación en el labio debido a su nacimiento prematuro, el acoso escolar y la dolorosa separación de su hermano gemelo, Gilbert (Emilio Treviño en español, Kodi Smit-McPhee en el original), tras la muerte de su padre, un exartista francés parapléjico con apnea del sueño.
La separación de su hermano sume a Grace en una profunda depresión y la deja traumatizada, especialmente cuando es trasladada a Canberra con sus padres adoptivos, Ian y Narelle, una pareja nudista-swinger. Mientras tanto, Gilbert es enviado a Perth con una familia de agricultores de manzanas, estrictamente religiosos y conservadores, quienes lo obligan a trabajar arduamente en el negocio familiar y a seguir rigurosos rituales de su fe.
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A pesar de la distancia, los hermanos prometen reencontrarse en el futuro para cumplir el deseo de su padre: esparcir sus cenizas en la montaña rusa “Big Dipper”, donde compartieron una de sus últimas y más felices tardes juntos. Ambos anhelan seguir el legado de su padre y dedicarse al arte: Gilbert sueña con convertirse en un audaz artista callejero que escupe fuego en Francia, mientras que Grace, fascinada por la animación en stop motion que su padre le enseñó con una vieja cámara, aspira a convertirse en una destacada directora de cine especializada en esta técnica de animación.
Los años pasan y los hermanos siguen sus caminos separados. Grace intenta llenar el vacío dejado por su hermano con una desmesurada y exagerada colección de objetos con forma de caracol que inundan cada rincón de su casa, llegando incluso a robarlos para experimentar algo de emoción en su vida. La soledad de Grace cambia cuando conoce a Pinky, su única amiga, una mujer extravagante de la tercera edad, cuyo pasado está lleno de experiencias singulares, como nadar en el mar muerto, jugar al ping-pong con Fidel Castro o haber tenido dos matrimonios que terminaron en tragedias.
Sin embargo, la llegada de Ken (Javier Ibarreche en español, Tony Armstrong en el idioma original), un soplador de hojas, marca el inicio de la primera relación amorosa de Grace. No obstante, una tragedia que llega a ella a través de una carta, previo a su boda, y un oscuro secreto de Ken terminan por derrumbarla. Se ve sumida en una profunda depresión, recluida en su cama, ganando peso y perdiendo las ganas de seguir adelante. Su vida se convierte en una jaula de la que parece no poder escapar, atrapada en su propio dolor y vacío, que solo la ayuda postmortem de Pinky y un milagro inesperado logran sanar.
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Memorias de un caracol transmite un mensaje profundo y reflexivo sobre la importancia de liberarse de las limitaciones internas que nosotros mismos nos imponemos, las cuales, en muchas ocasiones, nos impiden vivir de manera plena. A través de los personajes de Grace y Gilbert, la película aborda el impacto del sufrimiento emocional y psicológico que surge de las experiencias pasadas, las expectativas personales y los miedos internos. La narrativa se convierte, de esta manera, en una reflexión sobre la resiliencia humana, invitando al espectador a reflexionar sobre la necesidad de liberarse de las ataduras emocionales y seguir adelante sin mirar hacía atrás.
Los personajes de Grace y Gilbert se suman a la lista de figuras marginadas creadas por Adam Elliot (Harvie Krumpet, Mary y Max), seres incomprendidos que luchan por encajar en un mundo que les exige ser “normales”. Como otros protagonistas del director, han crecido sin una guía parental que los oriente y, al enfrentarse a problemas cada vez más complejos en su vida adulta, encuentran en la idea del suicidio una aparente vía de escape a su sufrimiento emocional (caso de Grace, Harvie Krumpet y Mary). Cabe mencionar que Elliot se inspira en experiencias propias, así como en la vida de sus familiares y amigos, para crear a sus personajes, dando origen a un término que él mismo acuñó: Clayography (biografías animadas con arcilla).
El trabajo de doblaje en Memorias de un Caracol es uno de los aspectos más destacados de la película, logrando dar vida y profundidad a los personajes a través de interpretaciones emotivas y matizadas. Cassandra Ciangherotti brilla en su papel como Grace Pudel, transmitiendo con sensibilidad la melancolía, el desencanto y la fragilidad emocional del personaje. Su voz dota a Grace de una humanidad palpable, reflejando su evolución de una niña marginada hasta convertirse en una mujer atrapada en su propio dolor.
Por su parte, Emilio Treviño ofrece una interpretación igualmente destacada como Gilbert, capturando con precisión el anhelo de libertad del personaje y el peso de sus propios conflictos internos, lo que lo convierte en un pilar emocional en la historia.
Javier Ibarreche, en el papel de Ken, aunque con una participación breve en pantalla, logra dotar al personaje de una personalidad encantadora y seductora, proyectando la imagen de un hombre seguro de sí mismo y sensible a las necesidades y caprichos de Grace.
El soundtrack, compuesto por Elena Kats-Chernin, se erige como uno de los aspectos más destacados de la película, otorgándole una profundidad emocional única. La compositora australiana, conocida por su estilo vibrante y melódico, construye una banda sonora que complementa a la perfección la atmósfera del filme.
Las piezas musicales, interpretadas principalmente por violines y piano, poseen una energía alegre que envuelve al espectador en una sensación de esperanza y emotividad. Temas como “Alouette” y “Memoir of a Snail” destacan por sus dinámicos y precisos movimientos, en los que la combinación de cuerdas y teclas genera una euforia casi desbordante. Estos momentos de alegría desenfrenada se ven potenciados por coros que refuerzan la calidez y el carácter evocador de la música.
Más allá de su belleza melódica, la banda sonora cumple un papel narrativo crucial, reflejando el estado emocional de los protagonistas en distintos momentos de la historia. Kats-Chernin logra capturar la dualidad de la película: por un lado, la nostalgia y melancolía de la protagonista; por el otro, la efímera felicidad que encuentra en los pequeños instantes de luz. Esta combinación convierte a la música en un personaje más dentro del relato, envolviendo cada escena en una atmósfera rica en matices y sensaciones.
Con Memorias de un caracol, Adam Elliot consolida aún más su reputación como narrador al contar una historia emotiva y visualmente impactante, combinando la ternura con la crudeza de la vida misma. A través de su característico estilo de animación en stop motion y una narrativa que oscila entre la melancolía y el humor, la película nos sumerge en un viaje de autodescubrimiento, duelo y resiliencia. La historia de Grace y Gilbert es un recordatorio conmovedor de la fragilidad humana, la importancia de los lazos afectivos y la importancia de liberarse de las jaulas que creamos para nosotros mismos. Si bien la película no comienza de manera optimista, el final deja una huella duradera en el espectador, recordándonos que la vida, al igual que la de un caracol, está llena de obstáculos, pero siempre hay que seguir hacia adelante.