La muerte es un paso natural de la vida misma, muchas obras han tratado el tema desde distintas vertientes y miradas con resultados diversos. En el caso de la cinta dirigida por Christophe Honoré, Winter Boy o Invierno en París, la muerte sirve para mostrar un retrato descorazonador del proceso de duelo que permite entender sus consecuencias, así como lo que implica vivirlo desde la mirada de un joven que intenta lidiar con ese vacío aparentemente incomprensible.

Aquí conoceremos a Lucas, interpretado maravillosamente por Paul Kircher, un chico francés que vive la plenitud de su adolescencia, en donde vemos la convivencia con sus amigos y cómo explora su sexualidad sin prejuicios. Sin embargo, su tranquilidad se verá afectada en el momento que recibe la terrible noticia sobre el fallecimiento de su padre. Esto llevará a nuestro protagonista por un viaje de autodescubrimiento guiado por el proceso de duelo que lo afecta tanto a él como a su familia.

Lucas es un personaje con el cual podemos sentirnos identificados, en mayor o menor medida, respecto de los sentimientos que provoca la pérdida de un familiar tan cercano. Su viaje está marcado por todos los pasos del proceso de duelo, desde el shock de la noticia inicial hasta la aceptación de lo que sucedió, y es por ello que el vínculo que puedas encontrar aquí depende de tu experiencia con un tema tan complejo como lo es el de la muerte.

La complejidad del duelo

Si hay una forma de definir esta película es como una experiencia catártica capaz de hacerte conectar con los personajes a un nivel personal intenso, porque todas las situaciones están perfectamente aterrizadas, se sienten reales, e incluso invita a cuestionarnos los rituales que solemos realizar ante el fallecimiento de alguien cercano.

Tener que lidiar con familiares desconocidos que sólo has visto una vez en tu vida, pero que se encuentran ahí para acompañar en el dolor; los trámites burocráticos que no permiten llorar en paz, en general, toda una serie de momentos que nos impiden enfrentar el duelo, hacer cara al dolor y lidiar con emociones nuevas que resultan inexplicables. Todo eso se encuentra en esta película y gracias a las actuaciones, los planos y el montaje podemos entender la complejidad de la situación. 

Lucas y su hogar, un vínculo necesario para atravesar la tormenta

Perder a alguien es difícil, Lucas vive esto a una edad muy temprana y las secuelas de los sucedido llegan en igual, o mayor magnitud, tanto con su madre (Juliette Binoche) como con su hermano Quentin (Vincent Lacoste), quienes en conjunto conforman un hogar entrañable donde reconocen que son su único soporte emocional para aguantar el paso de la tormenta. 

El papel de la madre es uno muy bonito, marcado por la ternura, porque sus acciones reflejan el amor incondicional por sus hijos, pero también lo destrozada que se siente al haber perdido a su compañero de vida. Ella es la voz que guía un barco a la deriva sin estar en las mejores condiciones para hacerlo y que entiende mejor que nadie el dolor de las personas más importantes que quedan a su lado.

Por otra parte, el hermano mayor Quentin, es alguien que reside en París y que regresa para acompañar a su familia. Es una figura protectora para su hermano, él tampoco sabe cómo lidiar con toda la situación, pero entiende que se tienen que recuperar lo más pronto posible. Derivado de esto, Quentin se lleva consigo a Lucas a la capital, para que se distraiga de lo que sucedió y se aleje por un momento del dolor que lo abruma.

Todo el arco que se desarrolla en París sirve para entender los sentimientos que experimenta Luca, los cuales también son presentados, de una forma bastante interesante, a voz en off y escenas con fondo negro de los personajes hablando frente a la cámara. Este aspecto se repite varias veces en la película, ayuda a romper la cuarta pared y proporciona diálogos explicativos que colocan a los personajes en momentos diferentes de la historia. 

Los recuerdos que provoca y un mensaje esperanzador

Lo anterior me hizo recordar el trabajo del mangaka Inio Asano en sus obras de Oyasumi Punpun y Solanin, obras que también tocan temas relacionados con la pérdida, y donde existen cuadros de diálogo o paneles en negro donde están presentes las palabras del narrador o que reflejan los pensamientos complejos de los personajes. Se trata de un recurso poco convencional que Invierno en París utiliza de una forma maravillosa para darnos líneas igual de interesantes. 

Aquí hay otro de los puntos más destacables de la película y son los diálogos, que en todo momento acompañan las acciones de los personajes y parecen sacados de una novela porque hay frases que se te pueden quedar grabadas. A la par, existen momentos contemplativos al estilo de la cinta Drive My Car, con varias escenas en el auto y paisajes melancólicos que ayudan a construir una atmósfera depresiva. 

El paso de Lucas por París significa una pausa a su dolor, un dolor que regresa por momentos para recordarle que tiene que hacerle frente en algún momento, donde se pueden ver fragmentos o pistas de una posible depresión. Él es alguien a quien vemos intentar llenar el vacío en su corazón con relaciones sin amor, con encuentros sexuales que ponen en peligro su seguridad y momentos que acrecientan su soledad. 

Es difícil verle puntos negativos a la construcción de esta película, pero si acaso puede mencionarse que el tramo final se extiende un poco para no dejar cabos sueltos y es algo que se siente. Asimismo, el contexto de Lucas es uno parecido al que vemos en Call Me by Your Name, es decir,  vemos a alguien sufriendo de una forma aparentemente irreparable, pero que cuenta con los medios para lidiar con su situación, por lo que también sirve como un ejercicio de reflexión para entender la manera en la que se atiende la salud mental en otros países y bajo ciertas condiciones.

Lo anterior no demerita todo el gran trabajo de la obra y, al contrario, sirve para entender lo agobiante que puede llegar a ser un proceso de duelo desde las miradas más jóvenes. Ahora bien, esto es algo que tampoco es nuevo porque ahí está Las ventajas de ser invisible, pero la importancia de Invierno en París radica en sus formas y cómo puede presentar momentos destructivos acompañados de personajes que se sienten reales, al igual que no nos presenta sólo tragedia, sino esperanza a un nivel entrañable. 

Sin temor a equivocarme, creo que esta es una de las mejores películas que forma parte de los estrenos que llegan a las salas de cine en México durante los meses finales de este 2023. Es una obra que se te queda grabada en el corazón por la historia que cuenta y por cómo la cuenta, sin prejuicios o situaciones que se sienten artificiales, que cuenta con un mensaje esperanzador en torno a un tema complicado.