El pasado 14 de noviembre, después de una larga espera, se estrenó en las salas de cine mexicanas la segunda entrega de la popular saga coreana “La bruja: la cacería”. Dirigida por Park Hoon-jung, la película sacude el territorio mexicano y llega gracias a una alianza con Tulip Pictures, dos largos años después de su estreno en Corea del Sur. Con su ya clásico estilo de thriller de acción, lleno de sangre, misterio, golpes y alguna que otra carcajada, La bruja: la cacería promete atrapar al público.

¿Qué veremos en La bruja: Parte 2?

La segunda parte de la trilogía llega recargada de la esencia que dejó su predecesora, “La bruja: Parte 1. La subversión”. La trama de la secuela sigue a una joven que escapa de un laboratorio secreto, donde se realizaban experimentos genéticos con personas. Mientras trata de adaptarse a su nueva vida, se ve involucrada en una serie de eventos peligrosos que revelan secretos aún más oscuros sobre su origen y habilidades extraordinarias. A lo largo de la película, se mezcla la acción intensa con elementos de ciencia ficción y suspenso. Si bien la mayor parte del largometraje nos mantiene al borde del asiento, es cierto que, por momentos, el tono parece cambiar hacia un género completamente distinto, lo que puede gustar o desagradar al público, dependiendo de lo que esperen ver.

La trama principal de la película gira en torno a la búsqueda de identidad del personaje, conocido únicamente como “La Chica”. Desde el momento en que la protagonista no tiene un nombre claro, podemos intuir que el conflicto principal girará en torno a ello. La forma en la que la película nos deja con dudas desde el principio, hasta el momento en que la misma chica se descubre a sí misma y encuentra un lugar claro, al lado de los jóvenes que activamente deciden ayudarla, hace que el vínculo que se genera entre ellos sea clave en la trama. Este vínculo desencadena uno de los problemas que se resuelven en la cinta y que, a los mexicanos, nos parecerá cercano: un conocido de la familia regresa y reclama tierras que él cree que le pertenecen.