La multi nominada cinta del director Colm Bairéad, que adapta el relato de la obra escrita por Claire Keegan, llega este próximo 24 de agosto a las salas de cine en México para deleitarnos con su historia. La niña callada es un retrato conmovedor sobre la infancia que remarca la importancia del cuidado y la ternura en una etapa que determina gran parte del crecimiento en una persona, pero ¿qué es lo que hace a esta obra un cinta tan entrañable? 

En esta ocasión conoceremos a Cáit, una niña a la que en un inicio vemos batallar con un entorno complicado en el que predomina el descuido, la inseguridad y la incertidumbre, características que han moldeado la personalidad de nuestra protagonista al punto de volverla alguien introvertida y reservada. Pero, debido a un cambio repentino en la vida de Cáit, ella emprenderá un viaje de redescubrimiento que la llevará  conocer el amor de una familia, así como a revivir una infancia que no ha tenido la oportunidad de disfrutar. 

En esta película Cáit es el ancla que nos motiva a seguir la historia, la actuación de la joven Catherine Clinch es memorable porque su personaje dice pocos diálogos y gran parte de la puesta en cámara ayuda a remarcar todo lo que pretende transmitir la película a partir de los silencios, las miradas y momentos que son difíciles de olvidar, tanto por la carga emotiva, como por los temas que se tratan. 

Ella refleja esta inocencia que caracteriza a las infancias, con preguntas sencillas que buscan las respuestas del mundo y de la vida misma, así como con frases que ponen a pensar a los personajes adultos de la película, como los padres de Cáit y la familia Kinsella, con quiénes ella llega a vivir por un tiempo. Su crecimiento como personaje para el final de la película es imperdible y su historia puede hacer recordar a la cinta de Matilda o a la serie de Anne with an E.

En La niña callada también es posible encontrar a personajes con los que se puede empatizar tanto como con la protagonista y que cumplen un rol específico para la trama, es aquí donde entra la familia Kinsella, conformada por el matrimonio de Eibhlín y Seán (Carrie Crowley y Andrew Bennett), quienes deciden hacerse cargo de Cáit durante un tiempo.

Ellos representan el gran cambio en la vida de la niña, ya que cuidan de ella como si fuera su propia hija, pero con ciertas reservas al saber que esta situación no será permanente. Eibhlín es una madre amorosa dispuesta a resolver todo el descuido que Cáit ha sufrido, de tal forma que su ternura termina encantando por su calidez y amabilidad. Caso contrario es Seán, quien al principio se muestra algo apático, pero que con el tiempo termina formando un vínculo emotivo con Cáit, en dónde ella encuentra una figura paterna amorosa a su estilo. 

La relación de esta pareja con la protagonista es sumamente emotiva y divertida a ratos, se convierten en una familia que rompe con los esquemas tradicionales, donde se toca el tema de los tipos de familia que se forman en la actualidad a partir de vínculos que no tienen nada que ver con lo biológico, muy al estilo de la reciente cinta del director Hirokazu Koreeda: Broker

Con ello, tenemos una mirada tierna sobre la infancia en la que también vienen a colación temas como la identidad, la pérdida, el miedo y la lucha contra una inseguridad que va estrechamente ligada al entorno que viven las infancias. 

Es importante señalar esto porque esta cinta ayuda a rememorar los sentimientos que se experimentan en esa época de la vida. En todo momento vemos el mundo a través de los ojos de Cáit y se forma un vehículo emocional muy fuerte que nos hace recordar aquellos momentos con nostalgia y tristeza, al punto de que la conclusión es de los finales más potentes que he visto a lo largo del año, razón que por sí misma ya hace de esta obra una imperdible.

Es una película cálida que pretende mover sentimientos, que habla de la niñez con un ángulo amoroso, sin dejar de lado la tragedia. Los minutos se pasan como agua ya que tampoco es una película larga, tomando en cuenta la duración promedio de las cintas en la actualidad. Lo que cuentan está bien estructurado y todas las situaciones se sienten bien fundamentadas. 

Hay personajes que ocultan secretos, como cualquier persona o familiar, pero no por malicia sino porque existe un dolor casi irreparable detrás que los posiciona en un lugar de vulnerabilidad que sirve para encontrar puntos con los cuales relacionarse. 


Si disfrutaste de las obras que mencioné con anterioridad (Matilda y Anne with an E) entonces esta es una película más que recomendable, así como para las personas amantes de las cintas coming of age. Es fácil dejarse llevar por la tranquilidad que transmiten las escenas y será bonito recordar en un futuro el viaje de Cáit en una de las historias más conmovedoras del año.