Basada en la novela de Elizabeth Fremantle Queens Gambit (2013) La Reina de Fuego se yergue como una de las muchas adaptaciones históricas que ha tenido la corte Tudor, esta vez de la mano de las guionistas Jessica y Henrietta Ashworth y dirigida por el brasileño Karim Aïnouz, marcando así su primer largometraje en inglés. Este giro “feminista sobre la ya conocida historia atrapa la mirada con su sombrío retrato de los eventos que tomaron lugar en este espacio y tiempo, pero queda corta ante las expectativas de una ficción histórica placentera. 

La Reina de Fuego pinta una intensa y tortuosa lucha por el poder de la corona inglesa de la mano de nuestra protagonista Katherine Parr (interpretada por Alicia Vikander), sexta y última esposa del rey Enrique VIII (interpretado por Jude Law), conocido por descartar a sus cónyuges indeseadas. 

Tras el regreso prematuro del rey de Inglaterra de la guerra debido a su debilitante herida infectada en la pierna las tensiones se multiplican tras la sospecha de traición de la reina regente, al entablar conversaciones y solventar la lucha de insurrección religiosa en contra de su esposo. Una carrera contra el tiempo, una historia de terror en donde nuestra heroína busca una salida de este tortuoso laberinto en donde el monstruo comparte su lecho. 

La ambientación logra su cometido: vestuarios preciosos e históricamente fieles, el maquillaje reservado pero presente, un degradado de color que atrae al espectador, los manerismos y los espacios concurridos con personas pululando por doquier que asfixian solo de verles son algunos de los puntos a resaltar. Sin embargo, la tensión que pretende ser intensificada mediante un soundtrack hostil e inquietante termina quedando corta a la hora de entremezclar con la puesta en escena. Si bien este filme se desenvuelve entre los tropezones, el miedo y la incertidumbre que vive nuestra protagonista, los picos de tensión no provocan la inquietud esperada. Sí, es cierto que la narración lineal entre acto y consecuencia está presente, pero no parece contar con el peso necesario del lenguaje visual para respaldarle. 

Esta mezcla contrastante que plasma Aïnouz entre lo que pareciera a veces un hedonismo desatado, donde el placer es exaltado a coros y el ominoso e inminente control del rey sobre su corte nos dejan entrever este cuidadoso entramado de poder fracturándose poco a poco.

Jude Law juega el papel de un herido Enrique VIII cuya hostilidad y carácter voluble se ven acentuados por su salud decadente. Law logra transmitir repulsión, la explosividad que le imprime al monarca magulla a aquellos a su alrededor y sienta las bases para la antes mencionada inconclusa riqueza emocional. Por su parte, Vikander, con un temple característico de la aristocracia, aquel que guarda secretos tras una máscara de porcelana, da vida al lado oculto de la reina regente. Complaciente, compleja. Esposa, reina, traidora. 

Sin duda alguna una puesta en escena que logra el cometido de entretener a una audiencia con un giro que busca resaltar la historia ficticia de la única esposa que sobrevivió a su sanguinario marido. Una decisión audaz que pudo haber sido más.