Post Mortem: Fotos del Más Allá
La película del director Péter Bergendy llega este 22 de junio a México con una propuesta que permite ver otras visiones del género de terror a partir de una ficción interesante y entretenida que hace recordar a obras como El Conjuro o Resident Evil Village. Se trata de una historia con buenos personajes que, a pesar de las limitaciones técnicas, consigue regalar una buena cinta que gira en torno a la fotografía mortuoria y a las leyendas características del folklore europeo.
Post Mortem nos traslada a Hungría, en el tramo final de la primera guerra mundial, donde Tomás, un soldado que consigue sobrevivir a la masacre, despierta de entre sus compañeros caídos a partir de una epifanía o visión que le revela el rostro de una chica, Anna, a quien conoce tiempo más tarde cuando este ya se dedica de tiempo completo a la fotografía mortuoria. Con esto Tomás emprenderá un viaje al pueblo de la niña, el cual se encuentra embrujado por causas desconocidas.
Esta película engancha desde el inicio por la labor de nuestro protagonista, ya que la fotografía Post Mortem fue una práctica siniestra e interesante que forma parte de uno de los capítulos más inquietantes en la historia de la fotografía como disciplina. Algunas personas buscaban mantener el recuerdo de sus seres queridos a partir de una imagen, lo que motivó la creación de estas, en donde los familiares de la persona fallecida posaban junto al cadáver con tal de mantener vivo ese vínculo afectivo.
El trabajo de Tomás está muy bien representado en la cinta y causa un morbo genuino por entender las motivaciones de la gente que atravesaba por su proceso de duelo. Las escenas dedicadas a la construcción de esto son lo mejor y sale un poco de los clichés clásicos de las cintas de terror de época, dando una visión interesante sobre el cómo se entendía a la muerte en Europa, en especial durante aquellos años en los que fallecieron miles de personas.
La llegada al pueblo de Anna nos da el tono que tendrá la película ya que Tomás es visto como un extraño que tiene un trabajo aún más raro, pero el pueblo sigue sus propias costumbres y visten capuchas de lana para protegerse del mal que los acecha: fantasmas agresivos que perturban sus vidas y que se atribuye, en principio, a la ola de muerte que dejó la guerra, así como la gripe española.
Lo anterior se relaciona curiosamente con uno de los pasajes vistos en el videojuego de The Witcher 3, en donde Geralt de Rivia acepta contratos para acabar con maldiciones provocadas por los fallecidos que no encontraron paz, ni descanso, ante la falta de sepultura. Una costumbre sumamente marcada en ese lado del mundo y que presagiaba eventos terribles en caso de no enterrar a los muertos. Es interesante encontrar este tipo de referencias en esta película, ya que la obra de Sapkowski también bebe mucho del folklore europeo.
Dicha práctica está bien presentada en la cinta y ayuda a construir con gran acierto la ambientación, con personas sumamente religiosas que ya se acostumbraron a la presencia de los fantasmas, pero que ven cómo todo cambia a partir de la llegada de Tomás. Con esto cabe resaltar igual el trabajo visual, con colores fríos lúgubres y un diseño sonoro satisfactorio que le da realismo a esta villa rural abandonada por Dios.
Dependiendo de los gustos de cada persona la película puede definirse como una mezcla bastante peculiar entre El Conjuro, Resident Evil Village, Fatal Frame y hasta la emotiva obra de Yōjirō Takita: Violines en el cielo, tan sólo por cómo le permite conocer a la audiencia el entendimiento de la muerte y el más allá en otras partes del mundo.
Por un lado recuerda al Conjuro por la complicidad que entablan Anna y Tomás, ya que ella es una chica atrevida que no teme enfrentar a los fantasmas y que admira la labor de su nuevo amigo, de tal forma que se complementan para tratar de descifrar el secreto detrás de los fantasmas agresivos. Por su parte, Tomás es alguien con los nervios alterados por la guerra, de tal forma que le teme a los fantasmas pero sabe que es el único capaz de buscar una solución por medio de las fotografías que él toma. Es una dupla de héroes parecida a los Warren.
Con estas referencias inesperadas, Post Mortem fue una experiencia agradable con altibajos. El ritmo se cae en el tramo final ya que no se ve una solución posible al asunto de los fantasmas, lo cual alarga un tanto los acontecimientos con tal de engrandecer la amenaza que enfrentan los protagonistas, pero que no aporta mucho. Asimismo, en algunas partes, los efectos visuales palidecen con lo más atractivo de la película, de tal forma que le resta calidad al producto final.
También, por un lado la premisa es interesante en cuanto al trabajo de Thomas, pero dejan con ganas de más, de tal forma que el asunto de los fantasmas toma más protagonismo y por las limitantes técnicas en los efectos visuales no se siente una mayor profundidad en el asunto de las fotografías con personas que fallecieron.
Si bien la relación de los personajes principales es emotiva, hay momentos en donde caen un tanto en lo absurdo ya que se siente que toman decisiones apresuradas y poco creíbles que manchan su andar en la historia. Pero con todo esto, es padre resaltar algunas pistas e imágenes que se dejan a lo largo de esta para intuir el desarrollo de los acontecimientos, esos son detalles que agradecerán las personas más observadoras.
Al final Post Mortem es una grata sorpresa para las personas fanáticas del género del terror, permite abrir el panorama en cuanto al cine del género que se hace en otras partes del mundo y hace recordar a otras obras de cine, así como de videojuegos. No es una película que marque tu vida, pero sí una que se queda grabada en la memoria por los detalles visuales y surrealistas que giran en torno al entendimiento de la muerte.