Rumbo al Oscar: Robot Dreams
Mi amigo Robot: Ya me hace llorar la vigésima primera noche de septiembre
Sé lo fácil que es hacerme llorar, es algo que ustedes no sabían, pero ahora tienen la información en contra de su voluntad. Con que combines un poco de emoción y conectes de la forma más vaga a alguna de mis memorias, es suficiente para que empiece a fluir el río de lágrimas, pero algo que no pasa muy seguido es que LOGRE SENTIR una película.
Sé que ustedes han experimentado esa atracción magnética que no deja que despegues los ojos de la pantalla; el abandonamiento del cinismo del espectador para que esa emoción, esa felicidad o esa tristeza inunden sus cuerpos por completo. Robot Dreams (2023), o Mi amigo robot -en hispanoamérica-, de Pablo Berger incita ese sentir en las últimas viñetas de la película, culminando el viaje que nos platicó sobre la soledad, la añoranza del amor, sus inseguridades y la madurez romántica.
Realmente este esfuerzo hispano – francés, merece todo el reconocimiento que el circuito de festivales le dio, justificando por completo su nominación a Mejor Película Animada en la edición número 96 de los Premios Oscar; así como las preseas obtenidas en los Goya a Mejor Película Animada y Mejor Guión Adaptado.
Robot Dreams, es una adaptación de la novela gráfica de Sara Varon que lleva el mismo nombre. Nos cuenta la historia de DOG, un perro que vive su solitaria existencia en un departamento de Nueva York de los ochentas y quien después de ver un comercial sobre un compañero de vida robótico, toma la oportunidad de escapar de su soledad solo para encontrarse con sentimientos aún más fuertes que le cambiarán por completo.
Esta historia de amor o amistad, depende a quien le pregunten, es una hermosa y sencilla animación, y aunque suena como un oxímoron es el contraste de los diseños de personajes sencillos, con el increíble trabajo de iluminación y ambientación lo que permite apreciar a detalle todo lo que envuelve a nuestros personajes.
El espíritu del Nueva York que está infusionado en la película hace que se sienta viva, y no dudo que inspiraría la nostalgia de cualquier neoyorkino que vivió en esta época en la ciudad. Todos los personajes que aderezan la historia son únicos y entrañables, haciendo mucho más fácil navegar por los puntos medios de la película que, aunque son relevantes en la evolución de personajes, por momentos se sienten como topes en el ritmo del filme.
Incluso podrías pensar que se podrían haber cortado algunas de esas escenas y nada cambiaría pero la verdad es que son un cúmulo de enseñanzas y momentos que hacen de su final algo impactante y fantástico. Es en el desenlace donde la audiencia ve que el crecimiento de los protagonistas se puede ver reflejado en ellos, en todos los sueños que visitaron y también es la razón por la que empiezan a llorar.
Es verdad, la película me hizo SENTIR y probablemente te haga SENTIR a ti también. Pero algo que si no puedo negar, por más que el resto del largometraje haya tocado todos mis botones de “Wow, que hermosa pieza cinematográfica” es que por su decisión de hacerla muda, en el sentido de que ninguno de los personajes habla y solo se comunican con miradas o reacciones, hay un problema, catalizador de toda la trama, que se pudo haber resuelto tan fácilmente si tan solo pudieran hablar.
Una vez que te das cuenta de eso si afecta negativamente toda la suspensión voluntaria de incredulidad, porque te das cuenta de que la base sobre la que se cuenta toda la historia no funcionaría en un mundo en el que se pueda hablar, e incluso pensando en una solución para un mundo mudo, tuvo que haber existido una forma para explicar la situación y poder llegar a resolverla, pero eso no pasa y te quedas pensando en que la única razón es porque era necesario para la historia.
Realmente esa es mi única gran molestia con la película, la única razón por la cual le puse cuatro estrellas en Letterboxd en lugar de cinco. Siento que si es una molestia importante pero no afecta el SENTIR que te regala, el final pega igual de duro, las lágrimas son igual de húmedas, sigue siendo una bellísima forma de ilustrar el duelo de la separación de dos seres, como crecen con esa distancia entre ellos, lo que descubren gracias a esa división, y eventualmente agradeciendo y aceptando lo que fue y lo que son al final de la historia.
Mi amigo robot me dejó un muy buen sabor de boca, me hizo darme cuenta que muchas personas si pudieron conectar con lo que la película quiso transmitir, si todas las narices congestionadas que escuche cuando estaban corriendo los créditos son de fiar, es un garantizado buen uso de 92 minutos de tu vida y la veo convirtiéndose en una película que veo de vez en cuando para recordarme que mis sentimientos existen, son válidos y que no hay mejor manera de atravesarlos que bailando y silbando junto con Earth, Wind and Fire.