Vivir: una película sobre el valor de las pequeñas cosas
De la mano del director Oliver Hermanus, con un guión originalmente escrito por el legendario Akira Kurosawa, Bill Nighy nos regala una interpretación para la posteridad en una cinta que resulta conmovedora y entrañable. Con un estilo marcado de película de época, en una Londres posterior a la segunda guerra mundial, Vivir es una película que nos enseña el valor de las pequeñas cosas a partir de un personaje protagónico memorable.
La historia nos presenta al señor Williams (Bill Nighy), un burócrata veterano del servicio público de Londres que sigue un estilo de vida monótono y sumamente rutinario con el que se nota que está totalmente conforme y donde lidera a un grupo de trabajadores, quienes se han acostumbrado al estilo tan apagado de su propio jefe. Sin embargo, la rutina del señor Williams da un giro repentino cuando éste recibe la noticia de que le queda poco tiempo de vida.
Es en ese contexto donde el señor Williams emprenderá un viaje complicado en el que tendrá que aprender a vivir, puesto que, con su rutina tan rigurosa, se da cuenta de que no sabe cómo disfrutar de la vida. Para ello, él estará acompañado de la amable señorita Harris, interpretada por la actriz Aimee Lou Wood, mayormente conocida por su participación en la serie de Netflix Sex Education, y quien, para esta película, regala igualmente a un personaje bastante significativo y cariñoso.
La relación entre esta pareja de amigos es uno de los puntos más tiernos e interesantes de la película, debido a que ponen de manifiesto el contraste de dos personalidades que pasan por dos momentos diferentes de su vida. Por un lado, Williams es una persona que ha perdido la pasión por los pequeños placeres de las cosas, mientras que Harris es alguien que está en la flor de su juventud, por lo que busca aprovechar cada momento que tiene para disfrutar lo que tiene.
Es por ello que la película de Vivir es tan conmovedora, ya que todos los personajes con los que interactúa el señor Williams lo obligan a redescubrir el valor de su propia existencia, desde la señorita Harris hasta su propio hijo o nuera, e incluso las personas con las que trabaja. Este es otro punto importante, puesto que los personajes secundarios de la cinta sirven para construir el mito del protagonista a través de sus diálogos, en los que destacan las virtudes de Williams.
Con lo anterior, no está de más decir que la cinta se presta para sacar la lagrimita y recordar frases o diálogos memorables que hacen alusión al valor de las pequeñas acciones, al entendimiento de que no hace falta cambiar el mundo si podemos ayudar a alguien desde nuestra propia trinchera. Si bien, la película es un remake adaptado a la Londres de los años cincuenta, eso no quita que sea una cinta bonita digna de recordar.
Ahora bien, los diálogos no son todo y eso es algo que entiende muy bien el director, ya que hay una narrativa visual interesante con los desenfoques de cámara, el juego de luces y sombras que reflejan la melancolía del señor Williams ante el fantasma de su muerte, así como una introspección que pone de manifiesto el tema de la ausencia, lo que implica que una persona fallezca.
Se trata de una obra valiosa, con un mensaje esperanzador y que coloca a Bill Nighy como uno de los favoritos para llevarse el Oscar en la próxima temporada de premios de la academia. No cabe duda de que la vida puede ser difícil, así como de difícil es aceptar la muerte como un destino que nos alcanzará tarde o temprano, un destino al que es válido tenerle miedo, pero que no por ello demerita las buenas acciones o momentos que forman parte de nuestro camino como individuos.