Cuando alguien escucha o ve la palabra “vampiro” indudablemente la relaciona, consciente o inconscientemente, con Drácula epítome y paradigma de los monstruos chupasangre que se han insertado en el gusto de la cultura popular. Si bien existen constancias de la existencia de vampiros en la literatura universal como Lilitu en Mesopotamia (Lilit para el occidente), Lamia en la mitología griega, Zotz en México y Varney de James Malcolm Rymer, entre una larga lista de etcéteras, no cabe duda que el espectro delineado por Bram Stoker es el que se encuentra inserto en la mente colectiva y a partir del cual se han creado obras que mantienen vivo a este muerto viviente, valga la redundancia.

Se podrían escribir libros acerca de esta clásica novela del horror publicada el 26 de mayo de 1897 como pretexto de por un aniversario más de esta obra que se mantiene vigente y al parecer no corre el riesgo de caducar, pero cualquier análisis, reseña, crítica o listado de datos curiosos es insulsa comparada con acariciar las páginas de ese libro y adentrarse en el Londres victoriano que retrata Stoker y en el que sitúa esta novela de cabecera de cualquier amante del terror. 

Y es que leer Drácula es una experiencia inmersiva que hipnotiza al lector de inmediato y no lo suelta hasta que termina la última página. La construcción de la novela con base en diarios es excelsa, el autor le da voz a una considerable gama de personajes que relatan, a través de su particular punto de vista, sus acercamientos con el espectro que amenaza sus vidas y a su país.

Lejos de decantarse por el maniqueísmo barato Stoker se apropia de personajes tan disímiles que enriquecen la obra. Así, se escucha la tierna voz de Mina Harker, contrastada con lo tosco de Abraham van Helsing; la cordura del Dr. Jack Seward con la locura del enigmático y deleitante Renfield (quien en este año tuvo su propia película protagonizada por Nicolas Cage).

Drácula de Bram Stoker es una novela inolvidable para aquel que se atreve a leerla, los diarios de los personajes permiten que el lector empatice inmediatamente con ellos y se preocupe por su futuro. Resulta paradójica la forma en que el autor construye el suspenso a través de las vicisitudes a las que se enfrentan los personajes, pues se siente el peligro que los asecha y la muerte cerca de ellos, generando angustia para el lector, angustia que resulta irracional si se parte del supuesto de que para escribir el diario y relatar los sucesos paranormales, el personaje sobrevivió a los mismos, ahí es donde se encuentra la magia de esta magna obra. 

Cada conflicto que se plantea en la novela está perfectamente estructurado y dota al antagonista (porque a pesar de que su nombre rija la novela, Drácula es el claro antagonista) de ese atractivo que lo ha mantenido vigente en pleno siglo XXI. La personalidad contrastante de este ente que es a la vez culto, sanguinario, inteligente, despiadado, astuto y déspota lo ha colocado en el pedestal del que nadie (ni los zombis) ha podido bajarlo.

Mucho se ha dicho sobre la relación de Drácula con el gobernante rumano Vlad Tepes, por lo sanguinario del popular, personaje, pero poco se ha dicho sobre la persona en la que Bram Stoker pudo haberse inspirado para crear a este poderoso ser. El actor y director británico Henry Irving fungió como jefe del entonces aspirante a escritor y según se cuenta, la personalidad extravagante de este dramaturgo fue el perfecto caldo de cultivo para delinear los rasgos de carácter del monstruo de Bram.Lo que un momento estuvo a punto de llamarse Los muertos no muertos (que por la benefactora obra del destino no sucedió) se ha convertido en una novela de culto que derivó en películas, series, novelas y vampiros de todas formas y colores.

Drácula de Bram Stoker es un clásico de la literatura universal cuya caducidad se antoja imposible, es un libro fundamentado en personajes entrañables y un antagonista tan perfecto que ha superado las barreras del tiempo y cuya figura se desbordó del libro que lo vio nacer para convertirse en un ser autónomo que se ha ganado la simpatía del colectivo. Es una de esas novelas que todo el mundo tiene que leer y que no le es indiferente a nadie.