Amy Winehouse, Gwen Stefani, Hayley Williams, Avril Lavigne, Cyndi Lauper, Shirley Manson, Wet leg, Björk, Patti Smith, la lista no terminaría si hablamos de morras en el rock (y eso que no nos detuvimos con compositoras e intérpretes de habla hispana). 

Y es que, la habilidad de todAs para transformar  múltiples sentimientos en melodía, han inspirado y acompañado nuestra vida. 

Desde que el rock tuvo sus inicios en Estados Unidos durante 1950, fue concebido como un género rebelde, revolucionario y sobre todo, masculino. Más que testosterona, la misoginia y el machismo de la escena musical intentaron borrar a la mujer; sin embargo, fallaron. 

De acuerdo con Mostras del rock, libro recopilatorio de rockeras en la historia creado por la artista Barbi Recanati, figuras de la música como Wanda Jackson, Sister Rosetta Tharpe o Cordell Jackson no han sido tan explorados a pesar de ser cimientos del género. 

¿Por qué al pensar en rock no nos vienen estos referentes a la mente? Porque su camino ha sido desplazado, vistas como contenedores de emociones para el hombre; calladas con la falacia de que las canciones cursis vienen de nosotras como si la ira, la pasión, la desobediencia no vinieran en nuestras guitarras, coros y tamborazos. 

Cuando nos colocamos como protagonistas, sujetas de la acción, creadoras, reivindicamos el sentido del arte; abrimos camino a nosotrAs mismAs y alentamos a que generaciones futuras dejen de ser un accesorio de la escena musical.