Resulta complejo encontrar parámetros para recomendar libros, por ello decidí recurrir principalmente a mi experiencia respecto a distintos textos que me han cautivado profundamente en los últimos años y que sin duda deseo que sean leídos y re leídos por todas las personas posibles. 

No olvidemos que a las escritoras se les había relegado a un pequeño estante en las librerías, casi al fondo y debajo del letrero “literatura escrita por mujeres”, que resultaba una etiqueta repleta de estereotipos y peor aún, realzaba una categoría que reducía a una experiencia universal de “ser mujer”. Afortunadamente, al menos en los últimos cinco años, se ha visto un cambio notable, por ejemplo, en la multiplicidad de autoras que han sido publicadas y en la misma difusión/accesibilidad de sus libros.

Dentro de mi experiencia como lectora, creo que también ha sido de vital importancia la autopromoción de las mismas autoras a través de las redes sociales, pues tienen la capacidad de crear un vínculo más directo y la posibilidad de compartir más de cerca su experiencia, procesos creativos y demás.

Sin más, a continuación, recomendaré 5 libros que han conmovido partes diversas y no menos internas de mi ser:

1. Las cosas que perdimos en el fuego (2016), Mariana Enríquez. Argentina.

Mariana Enríquez publicó su primera novela a los 21 años: Bajar es lo peor, la cual se volvió un libro de culto entre la juventud argentina, principalmente de Buenos Aires. También fue periodista de rock y un día entrevistó a Iggy Pop por teléfono. Recientemente ganó el premio Herralde de novela por Nuestra parte de noche y ahora casi toda su obra está en Anagrama.

Las cosas que perdimos en el fuego es un libro de cuentos de terror en los que la perturbación es el personaje principal. Mariana no recurre exactamente a situaciones paranormales convencionales, sino a situaciones de la vida real distorsionadas y siniestras: vecinos que afilan los dientes de un niño, culto a santos profanos, un bote lleno de párpados, mujeres que se queman a sí mismas en acto de protesta, entre otras cosas. Además, Mariana tiene una habilidad enorme para con apenas unas pinceladas específicas, hacernos sentir a sus personajes entrañables y muy conocidos. 

2. Ya no tengo fuerza para ser civilizada (2022), Iveth Luna Flores. México.

Iveth Luna es una poeta de Nuevo León que se dio a conocer a través de su poemario Comunidad terapéutica, en el que explora desde su escritura y experiencia, la neurodivergencia desde distintos ángulos de lo que significa ser un cuerpo feminizado y atravesado por múltiples violencias. 

En Ya no tengo fuerza para ser civilizada, Iveth, hace de su historia personal y familiar, un recorrido poético a través del alcoholismo de su padre y el propio, así como el rompimiento con su madre, pero al mismo tiempo un complejo entendimiento hacia ella. En su escritura se percibe una profunda honestidad, sin algún tipo de lenguaje rebuscado ajeno a su experiencia. 

3. Los recuerdos del porvenir (1963), Elena Garro. México.

Elena Garro relata que, de pequeña, en la escuela, se disociaba de sus actividades en el salón por quedarse contemplando las partículas de polvo que flotaban en el rayo de luz que apenas entraba por la ventana. Imaginaba que en esos puntos diminutos y flotantes había personitas y un mundo ajeno a nuestra realidad.

En Los recuerdos del porvenir, considero que Elena hace una intervención increíble al tiempo y a su cronología o medición más allá de la estructura misma de la novela: la costumbre de parar el reloj a determinada hora como una forma simbólica de parar el tiempo, una piedra eterna que parece ajena a la erosión, un narrador que resulta el pueblo en sí mismo, un anciano con recuerdos tan recientes y palpables de su infancia. 

Si eres una persona que se considera poco cronológica, esta novela podría resultar un profundo acercamiento a distintas percepciones temporales. 

4. Pelea de gallos, María Fernanda Ampuero (2018). Ecuador.

María Fernanda Ampuero, originaria de Guayaquil, rebautizada como Guayakill por ser la ciudad más violenta de Ecuador, es un territorio en el que otra escritora, Mónica Ojeda, se suma a la experiencia de que en ese lugar el cuerpo de las mujeres significa riesgo absoluto y el miedo intrínseco se te genera con apenas pocos años de vida.

En Pelea de Gallos, María Fernanda relata de una forma vertiginosa y compleja, distintos cuentos en el que la violencia parece ajena a esta realidad por lo explícita, brutal y sucia que resulta. Al leer a María Fernanda tus manos e imaginación no serán ajenas a la mierda, al incesto, al abuso sexual, y a tipos de violencia que no creías posible que pudiesen representarse en una serie de relatos adictivos. Lo incómodo de lo que nadie habla le da forma a cada una de estas historias. 

5. Vindictas, Cuentistas latinoamericanas (2020). Varios países.

La Universidad Autónoma de México, a través de su proyecto Vindictas, se dio a la tarea de retomar la obra y existencia de autoras/creadoras que fueron ignoradas por el orden patriarcal de su época. 

En Vindictas, Cuentistas latinoamericanas, podemos ver que la literatura del siglo pasado ya no tiene por único nombre y apellido a los señores del Boom latinoamericano, sino que hoy se reivindican las experiencias, estilos y estructuras de autoras fueron parte y algunas veces referencia del mundo literario de aquellos años, algunas autoras que recopila el libro son: María Luisa Puga, Marvel Moreno, Mimí Díaz Lozano, Armonía Somers, Pilar Dughi, entre muchas más.

¿Te suena alguna? Ojalá sí, aunque para mí, la mayoría fueron nombres completamente nuevos. Afortunadamente esta selección nos acerca a su existencia, a su talento y sus potentes historias.