Estas son las líneas donde se narraría la espera: una silla de tal color bajo un cielo cuya diversión hoy consiste en vacilar a los caminantes entre la posibilidad de una lluvia o una simple tarde nublada. Podría haber transeúntes secreteándose; impacientándose por la espera o corriendo por la tardanza ─ambas acciones complementarias─, pero esta vez no hay tales situaciones. Por acá un par de hojas y una pluma de gel quesque para intentar escribir más rápido. Por allá, una voz. En ambos lados un celular. Nada insólito. Para Emmanuel somos hijos del internet.

─¿Crees que el trabajo de tu generación difiere mucho de aquel que otros han realizado? 

─Yo creo que sí. Las preocupaciones generacionales son distintas. Para mí es muy claro que somos hijos del internet y de la sobreestimulación. Queremos tocar 300 temas al mismo tiempo y entre esos temas hay 50 memes y un video… Al final, construimos el pensamiento a través de ello. 

Así habla Emmanuel Lapín. La palabra «generación» se hace manifiesta continuamente en su diálogo, pero no como una cantinela sino como señal de un interés especial; como contraseña para descifrar la sustancia de su labor. 

─Trabajo mucho con Ingrid Cebada. Con ella hice «Los Ampliamente Desconocidos», después hice «Cero» e íbamos a estrenar «Bikini redquiem in pacem» en El Granero, pero ahorita está pospuesta. Con ella ha habido una dupla creativa bien chida: sintonizamos muy bien a nivel temáticas y estructuras dramáticas. Ella curiosamente está también muy volcada en analizar el pensamiento de la generación y hacia dónde va este futuro distópico en el que nos encontramos. 

Este artista tiene el deseo de formar colectivos con sus contemporáneos no solo para emplearse, sino para alimentarse creativamente. Actualmente la dramaturgia y la dirección no son ocupaciones que le concierne desarrollar, pero sí hay un ingrediente que se adhiere a su perfil actoral: la música y más que ésta, el sonido. 

─Estudié primero música antes de decidirme por el teatro. Siempre quiero integrar lo sonoro a mi trabajo No solo agregar canciones sino encontrar un punto intermedio entre lo escénico y lo musical y eso está muy bien reflejado en «Now Playing».

«Now Playing» es el unipersonal escrito por Jimena Eme Vázquez que es vértice de sus intereses por el sonido y la generación. Un retrato de los millennials y su música en forma de un álbum que reconstruye la relación de la gente con sus canciones y sus sentimientos. Curiosamente durante esta cuarentena ese disco, como la actividad de tantos, ha tenido que ceder ante una de las posibilidades de la reproducción musical: la pausa. Sin embargo, una que ya apretó nuevamente play es la «Compañía Los Endebles» ─razón original de esta conversación─ donde Lapín se encontrará nuevamente con «Gabriel» en una adaptación online de «Tierra Oceana» que forma parte del XX aniversario del colectivo. 

─Me molestan las puestas en escena donde se caricaturiza a los niños. En Tierra Oceana encuentro a un niño con total conciencia de la muerte y total madurez. Este texto se vuelve rebelde al mostrar la historia y el cariño entre tres hombres que socialmente tienen casi prohibido relacionarse amorosamente; abrazarse. 

Dentro de lo crudo que puede parecer una historia donde un muchacho de diez años con cáncer terminal tiene que acompañarse de un padre desconocido hacia un fatal desenlace, el actor de 27 años atribuye a Boris Schoemann ─director y actor del montaje─ y al dramaturgo el logro de una poderosa historia. 

─Puede sonar como una obra muy oscura, pero es una genialidad porque su autor, Daniel Danis, junto con la traducción de Boris, convierten todo en poesía: mezclan e inventan palabras. Es un flujo constante de imágenes que a mí, actor, y al público nos llevan a ese Canadá invernal. Los espectadores podrían cerrar los ojos y vivirían la obra con la misma potencia pues es muy sonora. 

Tal vez por esto y por su clave generacional ha manifestado no estar aterrado de explorar el lenguaje digital en estos tiempos de reclusión. Emmanuel Lapín se nombra fanático del trabajo de esta compañía al que considera un teatro subversivo que habla con verdad; un refugio del que soñó ser parte desde que se preparaba como actor. Emmanuel también se apunta a favor de la horizontalidad como agente para vencer los abusos del poder. 

Le complace el pensamiento crítico. 
Se deleita con los espacios que abren debate. 
Le gusta la polémica cuando cuestiona las tradiciones. 
Y agárrense, conservadores, que ya bailarán ─y tal vez patalearán─ al ritmo de «El Baile de los 41»