“No se puede leer una cosa así sin llevar los labios pintados”, recita una de las frases que quedó grabada en mi memoria desde que vi por primera vez la película Breakfast at Tiffany’s, cinta estelarizada por uno de los iconos de la época dorada de Hollywood. La mujer que dejó en claro que los diamantes son hermosos, pero ni aún los más exquisitos, pudieron competir con el brillo de su mirada, me refiero a la inigualable actriz Audrey Hepburn.

Hoy en el aniversario de su partida, no puedo más que celebrar el talento de la chica ingenua de la pantalla grande. Quien en sus Vacaciones en Roma, deslumbró a la Academia con su primer protagónico y se hizo acreedora al Óscar, catapultándose para convertirse en una de las consentidas del cine estadounidense.

Su carisma era único, pero pasa a segundo plano cuando la escuchas interpretar la canción La vie en rose en la cinta Sabrina, comedia romántica que protagonizó junto a Humphrey Bogart y William Holden; o interpretando Moon river, sentada en la ventana, en lo que a mi parecer es una de las mejores escenas de Breakfast at Tiffany’s.

El encanto de Hepburn era tan grande que sobrepasó el cine para posicionarse como ícono de la moda. Su delgadez y pelo corto rompieron con el esquema de belleza de la época, su porte la llevó a ser una de las musas del diseñador Hubert de Givenchey,  encargado de realizar su vestuario en la mayoría de sus películas. ¿Quién no amó el vestido rojo que portaba al bajar las escaleras del Louvre en la cinta Funny Face?

El talento, belleza y encanto de Audrey Hepburn eran maravillosos, pero sin duda su espíritu humanitario lo era aún más.  Fue una mujer que contribuyó en gran parte de su vida con la organización Unicef, enfocándose en ayudar a las personas menos favorecidas y a los niños más necesitados en África y Asia.  

Modelo, bailarina, actriz de Broadway e ícono de Hollywood, pero sobre todo excelente ser humano, es como puedo describir a la mujer que le gustaba pensar en rosa, que creía en los milagros y que pensaba que París siempre era una buena idea. Aquella mujer de sonrisa cálida que hizo brillar a Hollywood con su talento, una estrella terrenal, que cesó su brillo el 20 de enero de 1993, para convertirse en una leyenda del corazón.