Después de 32 años de su estreno, El castillo en el cielo, dirigida por Hayao Miyazaki se sostiene como uno de los clásicos del estudio de animación japonés Ghibli, siendo esta su primera película oficial, con Nausicaä en el valle del viento como predecesora del filme, cuando el estudio aún no se había fundado oficialmente.

La cinta nos cuenta la historia de Sheeta, una joven que lleva consigo una piedra mágica con el poder de indicar el camino hacia Laputa, una antigua isla flotante que contiene grandes secretos y riquezas. Sheeta, junto con su nuevo amigo Pazu escaparán del gobierno y un grupo de piratas que pretenden hacerse con la piedra, en una aventura llena de emociones en búsqueda de la isla.

El Castillo en el cielo resulta una película aparentemente sencilla en aspectos tanto de la trama como de los personajes y uno de los primeros trabajos del estudio que desplegó mucho del potencial que Ghibli desarrollaría en un futuro ya que en este filme podemos vislumbrar temas que se volverían frecuentes en posteriores producciones; comenzando por la inclusión de protagonistas jóvenes que se ven envueltos en increíbles aventuras, la preservación de la naturaleza, la relación del hombre con la tecnología y los mensajes antibélicos.

El castillo en el cielo

Desde su infancia, Miyazaki estuvo rodeado de un ambiente de guerra, lo que le llevó a plantear varias de estas ideas en sus películas, también desarrolló una afición por la aviación. El impacto de estos vehículos es visible con las máquinas voladoras que son diseñadas con especial detalle en varios de los filmes en los que ha trabajado, El castillo en el cielo no fue la excepción.

Pero a este tipo de objetos no son a los únicos que se les presta un cuidado especial dentro de la película, ya que en su apartado visual El castillo en el cielo resulta increíble, la animación es fluida y quizás adelantada para su época ya que la interacción de los personajes con su entorno es orgánica sin perder su tono caricaturesco en ocasiones.

Los diseños de los personajes son coloridos y amigables, mientras que los fondos sorprenden dado cuidadoso detalle que se les dio, producto de un tratado artesanal en su creación que muestra una influencia de las vistas de Gales, nación que Miyazaki visitó en 1984 y cuyos ambientes mineros le sirvieron de inspiración para varias locaciones dentro de la película.

Otro apartado importante es la banda sonora provista por el talentoso Joe Hisaishi, quien ha trabajado en conjunto con los estudios Ghibli en películas como La princesa Mononoke, El viaje de Chihiro y El castillo ambulante. En esta ocasión su talento está presente durante todo el filme, donde destaca un inolvidable tema principal.

Al combinar estos elementos visuales y sonoros, cada pasaje de la historia resulta único y posiblemente las escenas finales son las que más se quedan con el espectador ya que es cuando más elementos fantásticos se hacen presentes.

El director, especialmente en este filme, también deja ver su influencia literaria de autores de la talla como Julio Verne y Jonathan Swift, teniendo de este último una referencia directa de Los viajes de Gulliver en la isla de Laputa. Este tipo de referencias otorgan un tono de fantasía que hace disfrutable la película para todas las edades y es que los estudios Ghibli se han distinguido por presentar historias repletas de emociones y sorpresas además de personajes entrañables, mensajes de esperanza y reflexión sobre el futuro.

 

“Creo en el poder de la historia. Creo que las historias tienen un papel

importante que desempeñar en la formación de los seres humanos,

que pueden estimular, sorprender e inspirar a sus oyentes “.

– Hayao Miyazaki