El espacio sideral, el inhóspito centro de la Tierra, las oscuras profundidades del océano. Todos estos parajes que en su momento parecían completamente imposibles de explorar por el hombre, fueron conquistados por la insaciable e informada imaginación de un curioso hombre francés de cabello rizado y barba poblada.

Nacido en una familia burguesa el 8 de febrero de 1828 en Nantes, Francia, Jules Gabriel Verne (conocido por los hispanoparlantes como Julio Verne) tenía todo el camino preparado para dedicarse a las leyes, al igual que su padre y su abuelo antes de él. Afortunadamente para el mundo, se dio cuenta a una corta edad de su obsesión por los artículos científicos y la narrativa literaria. 

Después de varias incursiones en el mundo escrito, Verne alcanzó reconocimiento al comenzar a trabajar en una serie de obras conocidas como Los viajes extraordinarios, donde figuran unos de los textos más importantes de la narrativa universal, tales como Viaje al centro de la Tierra de 1864, De la Tierra a la luna de 1865, Veinte mil leguas de viaje submarino de 1869 y La vuelta al mundo en 80 días de 1873.

La escena de la ciencia ficción y la novela de aventuras no sería el mismo sin la inmensa contribución del escritor francés. Su mirada optimista del mundo llevó a sus lectores por mundos inexplorados de maneras jamás antes vistas. Su recalcitrante interés por la ciencia lo llevó deducciones que estaban a décadas de hacerse realidad; helicópteros, naves espaciales, submarinos y el Internet, sólo por nombrar algunos. 

Sin embargo, no todo fue miel sobre hojuelas en la vida del literato. Mucho se ha discutido sobre su incompetencia emocional y paternal. Lo cual también lo llevó a explorar una etapa diferente en su trayectoria creativa durante los últimos años de su vida, una etapa más realista donde trató temas como el imperialismo, el capitalismo y su desencanto por la misma riqueza y ciencia en la que él creció. Estos temas se pueden encontrar en obras como El volcán de oro de 1906, El eterno Adán de 1910 y El secreto de Wilhelm Storitz  también de 1910.

La influencia de Verne trasciende mucho más allá de la literatura. Llegando a formar una parte muy importante del mundo del cine, de forma directa e indirecta. Claros ejemplos son la revolucionaria obra del legendario Georges Méliès, Viaje a la luna (1902). La elogiada y ganadora del Oscar a mejores efectos especiales, 20.000 leguas de viaje submarino (1954) de Richard Fleischer. Y la ganadora del Oscar y el Globo de Oro a mejor película, La vuelta al mundo en ochenta días (1956) de Michael Anderson. Incluso siendo mencionado en la aclamada trilogía Volver al futuro de Robert Zemeckis, al ser el escritor favorito del doctor Emmett Brown.

Hoy, a 115 años de su muerte, Julio Verne sigue y seguirá siendo uno de los más grandes referentes de lo literario, la ciencia ficción y la aventura fantástica. Un hombre que dejó para la posteridad infinidad de posibilidades, inspiraciones y escenarios que muy seguramente, continuarán siendo explorados por los narradores presentes y futuros.