Truman Capote declaró alguna vez que le hubiera encantado reencarnar en un buitre, un animal que no tenía que aparentar con nadie: “no tiene que darse aires. De todos modos, no va a gustar a nadie; es feo, indeseable”.

Para una persona que vivió de la apariencia, que dedicó todo su esfuerzo para crear meticulosamente un personaje, esta declaración es profundamente reveladora. La máscara de Truman de genio, de divo, de super estrella; era sólo un escudo que protegía a un ser vulnerable, triste y desencantado de una sociedad que valoraba a las personas por su belleza.

Debajo de la capa de pretensiones, oculto tras el comentario ácido, se escondía un alma cálida que halló en la literatura el perfecto canal para expresar. Las letras de Truman Capote fueron una radiografía precisa de la sociedad que tuvo el honor de cobijarlo, sus libros no solo eran conmovedores, sino que se volvieron necesarios para entender nuestras debilidades y complejos como seres humanos.

Capote encontró en la aspiración una motivación para crear. La vagabunda que quería ser trotamundos de Breakfast at Tiffany´s, el perdedor que quería ser héroe de El Arpa de la Hierba o el asesino que quería artista de A Sangre Fría. Así como él, los paladines de Truman buscaban fervientemente ser otras personas, en sus máscaras, encontraban paz y redención.

Para los que tenemos una formación periodística, el apellido Capote es tema habitual de conversación. A Sangre Fría revolucionó la redacción del periodista para siempre, dotó al reportaje de pulso, a la crónica de suspenso y a la noticia de humanidad. Truman Capote, de forma consciente, evolucionó a la investigación periodística hacia un lenguaje artístico.

El escritor americano entendió a la perfección la premisa “Darwiniana” de adaptarse o morir, y en una sociedad que le exigía superficialidad, Capote inventó al personaje perfecto, al pequeño hombre de voz chillante, al cínico de humor ácido, al intelectual pretencioso de la alta sociedad.

La máscara de Truman estaba muy pegada a su tejido, quizá nunca sabremos quién era el verdadero Capote, sin embargo, nos quedan sus libros como prueba de su verdadera personalidad, como un  testamento eterno de honestidad. Si quieren conocer el verdadero rostro de Truman Capote, no busquen en las fotografías, vayan a las páginas de su obra, ahí encontrarán verdad.

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