Las manecillas de un mancillado y agotado reloj marcaron las 18:20 de ese aciago 26 de enero del 2014. “Se fue muy tranquilo, se fue en paz. Murió en la raya como él hubiera querido” expresó su hija aquel fatídico día. Una muerte banal y tranquila para un extraordinario escritor, traductor, poeta y ensayista cuya pluma tornaba lo banal en extraordinario.

José Emilio Pacheco dejó una huella imborrable en el colectivo literario y en especial en el seno de un país en constante cambio, cuya sociedad fue perfectamente captada por el escritor a través de poesías, cuentos y novelas. Su prosa sencilla y accesible guardaba una profundidad que mostraba de manera cruda y realista la vida, ese trozo de tiempo del que él pudo fugarse al eternizarse a través de sus letras.

Tiempo, esa creación social aletargante a la cual está sometida la vida del ser humano, fue un tema recurrente en su literatura, a través del tiempo Pacheco logró realizar un estudio detallado de la vida. México, ese país ecléctico y problemático en que nació, sirvió como escenario de cuentos y novelas que trascendieron fronteras, logró mutar el español en ruso, portugués, inglés y lenguas cuyos hablantes se acercaron a este país gracias a Emilio.

Es digna de pleitesía la manera en que a través de una combinación sencilla de palabras y una selección de lugares comunes y situaciones intrascendentes, este escritor mexicano mostraba a sus lectores que una vida trivial puede ser más significativa que una historia ajustada a los cánones consumistas. Las palabras sobran y no se adecúan a la grandeza del literato a quien, si estuviese escribiendo esto, le bastarían cinco renglones para retratar el significado de su vida, su obra y la herencia delegó a un pueblo habido de esperanza.

Resulta ocioso resaltar sus obras más importantes, no existe mexicano que no haya leído Las batallas en el desierto, o que al menos conozca esta breve pero imprescindible novela por Café Tacuba y su canción Las batallas, o por el filme de Alberto Isaac Mariana, Mariana.

 

De más está hablar de sus libros de cuentos El viento distante, El principio del placer o La sangre de Medusa y otros cuentos marginales, en donde entrelazó y alternó las historias de la mitología griega, con hechos cotidianos de cualquier mexicano, o cómo realizaba una revisión de la historia de México y en pocas páginas revelaba lo que en los libros de texto se encontraba vedado.

Hacer referencia a su poesía como Los elementos de la noche, Los trabajos del mar, No me preguntes cómo pasa el tiempo, El reposo del fuego, resulta innecesario, pues José Emilio Pacheco trascendió todo ello, entra más se escriba acerca de él más se le falta el respeto a su memoria, pues este gran hombre que se apartó del mundo hace cinco años, decía mucho con pocas palabras. Sus ojos se cerraron, pero su voz perdura a través de los versos y prosas que esbozó con una tinta eterna.