Paul McCartey: no eres un hombre ordinario. Quizá en el registro de la historia de muchos años en el futuro, alguien lea sobre ti y te considere, sí, una figura destacada de ese fenómeno extraño que la humanidad denomina cultura pop, pero no más, porque el tiempo habrá pasado y la vida habrá pasado y por ella muchas más figuras con diferentes éxitos o hazañas. Pero aun así, no eres un hombre ordinario, y durante los últimos 66 años, has tratado de probarlo. 

Desde aquella vez en 1957, en que después de la presentación de una banda incipiente por la celebración de la iglesia de San Pedro, con tan sólo 15 años le enseñaste a su rudo y rocanrolero líder cómo afinar una guitarra para después tocar Twenty Flight Rock, supiste que serías extraordinario.

Y así fue. En los 60 la fiebre por el grupo en el que estabas junto a ese joven rudo con el que te entendiste tan bien al punto de componer canciones de manera casi sinérgica, sin olvidar a ese otro muchacho cuyas guitarras y discreción acompañarían a sus más grandes éxitos hasta tener el propio, y por supuesto, al alegre baterista que siempre sostuvo el impredecible ritmo de ese fenómeno que fueron todos juntos a través de la experimentación y revolución de la música pop. Fue extraordinario, la atención y el reconocimiento lo era, y te gustaba, porque sabías bien lo que hacías y sabías hacerlo bien; el músico melódico por excelencia.  

Pero el tiempo pasa, la vida pasa y las cosas pasan, no duran para siempre, aun cuando intentaste bajarte del banco del integrante bonito, para subirte al del líder tras la muerte del más que representante, amigo y guía de la banda. No fue tu culpa, todos estaban cansados, con diferentes y nuevos intereses, por lo que grandes proyectos como un álbum más experimental, u otro que los trajera de vuelta a casa por la puerta grande, no fueron suficientes. 

A principios de los 70, la gran banda del siglo, y quizá de la vida, había terminado. Estabas devastado y pese a que muchos creyeron que sería fácil para ti, te tomó tiempo levantarte. Los demás continuaron su camino con éxito y a su modo; y ahí estabas tú, pasmado por un momento, pero como tú mismo lo dirías, ‘‘amabas demasiado la música como para pensar en detenerte’’, así que abriste las alas y te elevaste una vez más. 

Con una nueva banda en la carrera, junto a la mujer y cómplice de tu vida, seguiste cosechando éxitos que fueron más que solo tontas canciones de amor, o quizá sí, pero incluso fueron más grandes que los mismísimos Stones durante los 70. Sin embargo nunca fue suficiente, porque incluso formaste supergrupos con figuras como David Gilmour, Pete Townshend, John Bonham y John Paul Jones. 

Luego en los 80, compusiste soundtracks emblemáticos y hasta tuviste tu propia película; seguiste colaborando con futuras eminencias del pop y te probaste a ti mismo en el nuevo sonido de la década más cool de todos los tiempos, no tenías miedo de hacerlo porque no eras ordinario. Entrada la última década del siglo, ¿qué más podrías hacer? Seguir componiendo música, incluso clásica; reunirte una vez más con tus compañeros y amigos restantes de aquella gran banda, para intentar terminar un par de canciones; comenzar a girar por todo el mundo por tu cuenta, porque sí, tu nombre ya soportaba el peso de una gira mundial. 

El nuevo milenio no te detuvo, pues las colaboraciones con los artistas más modernos probaron tu versatilidad e ingenio; también lideraste Nirvana y hasta les conseguiste un grammy; al igual que lograste armar una superbanda de nueva cuenta para grabar el éxito que le habías regalado a Badfinger. Seguiste explorando géneros y probándote musicalmente, pero también incursionaste en el activismo desde el vegetarianismo y desde la consciencia de tu influencia y responsabilidad humana. 

Pero aún con 81 años, después de grandes tours como el Up And Coming o el One On One, o de discos sólidos y frescos como New, Egypt Station o un tercer homónimo; en 2023, más de 60 años después de aquella primera vez en que lo supiste, sigues tratando de probar que no eres ordinario, quién sabe si a los demás, pero muy probablemente a ti mismo. Abrazando al futuro y aceptando el paso del tiempo y de la vida con la definitiva última canción de The Beatles apoyado en la IA y con una sospechada despedida en el posible The End Tour, eres Paul McCartney, y no eres un hombre ordinario.