Qué bello es vivir
Frank Capra en uno de esos artesanos del cine que vivió fuera de la parafernalia de la intelectualidad, sus películas funcionaron siempre como un entretenimiento para masas, comedias que escondían arte bajo capas de superficialidad.
Es cierto que Capra siempre fue un nacionalista empedernido, a pesar de nacer en Sicilia, el cineasta italoamericano enfocó su talento para engrandecer lo que él pensaba era el mejor país del mundo. Frank Capra fue la contraparte de Goebbels en la Segunda Guerra Mundial, como documentalista bélico desarrolló 8 piezas en contra del “Eje” y contribuyó de forma activa como en la maquinaria publicitaria de los aliados.
Esta parte de su carrera le dio la reputación del director americanos por excelencia, adoleció de ser una figura conservadora, sin embargo, sus películas poseen un gran desencanto por el “sueño americano” y dejan ver un espíritu crítico inamovible.
Como Clint Eastwood, Capra fue etiquetado por el sector liberal como un artista alineado al Estado, también como Eastwood, ha demostrado que su arte es mucho más que un panfleto político a favor de los Estados Unidos. Su pesimismo, su cinismo y su crudeza; dejan ver a un activista disfrazado de conservador, un león en la piel de un cordero.
Incluso en su película más comercial, Capra deja ver un director mordaz y reflexivo. Qué bello es vivir cuenta la historia de un hombre de buen corazón atormentado por un mundo salvaje e inmisericorde, este pesar lo obliga a tomar la decisión de matarse en Nochebuena, un ángel guardián será el encargado de convencerlo de que aún tiene mucho por qué vivir. El final feliz -y engañoso- de la película, la puso en el imaginario del público como un film optimista e incluso la convirtió en el clásico navideño por excelencia, sin embargo, Qué bello es vivir es una crítica feroz al modo de vida americano, una selva donde las personas buenas no tienen cabida.
Así era Frank Capra, un mago para niños que debajo del sombrero no escondía un conejo, sino una serpiente venenosa. Sus comedias más conocidas como Sucedió una noche o Mr. Smith va a Washington, ofrecen detalles de humor negro y sátira que los mismísimos Monty Python hubieran envidiado.
Frank Capra murió un día como hoy en 1991, su legado -por lo menos para mí-, va más allá de su paso como director de propaganda o como el creador de una película que todo americano ve el 24 de diciembre. Qué bello debió ser vivir en la época de Capra, donde aún el cine más comercial, escondía arte de primer nivel. Qué bello es vivir en esta época también, donde tengo la oportunidad de escribir sobre él.