Se cumplieron cinco años desde aquella obra de seis historias que provocó decenas de carcajadas. Ciento veintidós minutos de escenas cargadas de humor negro que le recordaron a las audiencias que también al sur de América se hacía cine, buen cine.

Aún recuerdo cuando vi por primera vez la película de Damián Szifrón. Fue en el Festival de Cine de Morelia. Al término me quedé con solo una pregunta en mi mente : ¿Los relatos del argentino son salvajes? Y es que cada una de las situaciones narradas resulta tan cotidiana que es difícil decir que son parte de una ficción.

Si bien, la comicidad disfraza la violencia de esta película, es la costumbre la responsable de la ligereza con la que algunos reciben a Relatos Salvajes. La frustración que como conductores sentimos cuando el coche de enfrente no va lo suficientemente rápido como quisiéramos es tan real como la impotencia ante un sistema burócrata y poco funcional. 

 “¿Cuál violencia? Yo estoy describiendo una realidad, ¿Dónde está la violencia?”, exclama el  Ingeniero Bombita (Ricardo Darín), el personaje con mayor carisma de la cinta, mientras golpea una mesa; inmediatamente el público ríe y es justo en ese momento cuando la pregunta golpea mi cabeza. Después de tres relatos, me cuestiono, ¿serán los relatos salvajes o lo seremos nosotros?

He pasado de la expectación al horror, de la sorpresa a las risas y probablemente comparto ese sentimiento con gran parte de loss espectadores que como yo han sido testigos de cinco historias diferentes: “Pasternack”, “Las ratas”, “El más fuerte”, “Bombita” y “La propuesta”, cada una más real que la otra. 

Pero Zsifrón guardó un as bajo la manga y acertadamente cierra su cruda pero honesta cinta con “Hasta que la muerte nos separe” donde vemos la historia de Ariel y Romina (Diego Gentiele y Erica Rivas). En el momento que pensé que sería justo darnos el beneficio de la duda, mi sospecha se confirmó… el salvajismo corre por nuestras venas.

Acostumbrados a los diarios llenos de titulares que han dejado ya de ser alarmantes; imágenes en los medios llenos de sangre, tanto que cualquier cinta de Tarantino parece amateur; comentarios y anécdotas del “primo de un amigo” que parecen irreales; todo lo asumimos ya con naturalidad.

Ni si quiera lo que describimos como el sentimiento más puro es capaz de apaciguar nuestra barbarie y al mismo tiempo, es el amor, razón suficiente para justificarlo todo. Relatos, ¿Salvajes? Realmente lo son, pero lo somos aún más sus espectadores.

A cinco años de que Relatos Salvajes llegara a la pantalla grande, vale la pena verla; reírse y disfrutar de su gran narrativa, pero también es un buen pretexto para reflexionar la violencia que vivimos.