A veinte años de su estreno, Sexo pudor y lágrimas no deja de ser una pieza clave para el cine mexicano, ¿Por qué?

En la década de los 90, nuestro país vivió una crisis económica que afectaría a todos los ámbitos de la vida nacional. El séptimo arte no fue la excepción y tras la publicación de la Ley Cinematográfica, el número de producciones anuales y ventas en taquilla disminuyeron drásticamente.

En medio de la crisis donde el futuro parecía desalentador, Alfonso Cuarón, tras haber hecho Solo con tu pareja (1991), salió a buscar el éxito a un país donde la industria cinematográfica es un monstruo y con el dinero norteamericano buscaría el reconocimiento internacional con A Little Princess y Great Expectations; antes de regresar a su país natal para rodar Y tú mamá también.

La cinta, junto a Amores perros de Alejandro González Iñárritu y otros títulos como La Ley de Herodes, marcarían lo que algunos llamaron el Nuevo Cine Mexicano. Una era donde nuevas temáticas con tintes de crítica social le dieron un giro a las producciones nacionales. Discursos olvidados, controversiales, sátiras sociales y cuestionamientos de la vida política nacional cobrarían fuerza en la pantalla grande.

Pero antes de que el cine se recuperará a principios de este siglo, Sexo, pudor y lágrimas  cerró  la década de los noventa como pieza clave en la historia del cine. Y es que, aunque el tema de la sexualidad ya se había tratado con anterioridad (incluyendo a Cuarón), no se había explorado con el morbo y la acertada publicidad con lo que lo hizo esta cinta.

Desde su título se aludió a los clichés y prejuicios de nuestra sociedad. En los primeros minutos, vemos a Carlos (Víctor Huggo Martín) y Ana (Susana Zabaleta) en la cotidianidad de su matrimonio. “¿Qué me ves?” Pregunta Ana. “El culo” responde su esposo. “¿El culo? ¿Y ese milagro?” Luego de que ella se le abalanza pensando que podrán irse a la cama; Carlos la rechaza y lee unas líneas donde tacha a la “nueva mujer” de ser una castradora.

El filme avanza, una pareja interpretada por Jorge Salinas y Cecilia Suárez, pelea. Violencia física y críticas hacia el atuendo de ella se montan como una situación cómica y común entre los matrimonios. Al final, pareciera que ambos conflictos podrían resolverse con un hijo, esto les daría a ellas “algo en que ocuparse”. Ambas parejas se verán desequilibradas con la llegada de un “ex”; eventualmente la trama toma el rumbo de guerra de sexos.

Para 1999, el enredo, el título, sus protagonistas, todo era motivo de morbo. Sexo, pudor y lágrimas rompió récord de audiencias para posicionarse como una de las cintas más taquilleras del cine mexicano, además de permanecer un largo tiempo en cartelera.

Quizá hace veinte años cuestionar el empoderamiento del sexo femenino era “normal”. Minimizarlo y equipararlo a la necesidad de “atención” parecía justo. Incluso la idea de que el hombre podía ser la víctima al perder cualquier deseo hacia una mujer exitosa parecía, hasta cierto punto, innovadora. Hoy, la cinta no sobreviviría la crítica.

Serrano no repitió el éxito, su carrera no despuntó internacionalmente y Sexo, pudor y lágrimas no se coló en las listas para convertirse en una parada obligatoria para los estudiantes o amantes del cine. Sin embargo, no podemos negar que es una pieza clave en el rumbo que tomaría cine mexicano donde se explotarían nuevos temas, lenguajes y posturas.

Sexo, pudor y lágrimas también fue un recordatorio de lo importante que puede ser el soundtrack. El tema principal, de la autoría de Aleks Syntek, también se convirtió en un éxito; revivió la carrera del cantautor y le valió un Ariel. Además, de que la canción fue parte importante en la publicidad de la película.

Este 2019, se cumplieron dos décadas de la cinta, una de la que poco se habla ya. El one hit wonder del cine que no pudo mantenerse en la preferencia de las audiencias celebró sus 20 años a oscuras, pero no podemos negar el impacto que tuvo en su nacimiento. Y aunque muchas películas igual se habrían rodado con o sin Sexo, pudor y lágrimas es justo decir que su exhibición ayudó a tender la cama para crear un público más abierto e incluso demandante de nuevas propuestas en el cine nacional.