Todo inicio tiene un fin, eso es inevitable, pero hay finales que privan al mundo de seductores e inigualables personajes. El genio del surrealismo nació un 11 de mayo de 1904 y fue un 23 de enero de 1989 cuando esta corriente perdió a su más fiel representante, aquel hombre de bigote caricaturesco y mirada frenética. El pintor que línea tras línea,  inspirado en sus más absurdos sueños, dejó al mundo obras que persistirán en la memoria por la genialidad de sus trazos. El catalán de abrumadora pero a la vez hipnótica personalidad, el genio del siglo XX, Salvador Dalí.

Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech, era el nombre completo del pintor que haciendo caso omiso de la lógica, creó obras envueltas de simbolismos que reflejan sus más íntimos deseos. Pinturas cargadas de erotismo y representaciones oníricas, que develan el subconsciente de un personaje que lleva al límite a quien intenta descifrarlo.

Como todo artista, la obra de Dalí a pesar de ser única,  está marcada de influencias, entre ellas la de su antecesor Diego Velázquez, de quien decidió adoptar la idea del bigote, pero con el excentricismo que lo caracterizaba.  La influencia del pintor barroco no sólo va en un aspecto físico, también se puede apreciar en su obra Dalí de espaldas pintando a Gala de espaldas, donde a través de la estereoscopia consigue el efecto de profundidad como Velázquez en Las Meninas.

El máximo exponente de la corriente surrealista era un experto en el manejo de la perspectiva, para muestra el cuadro del Cristo de San Juan de la Cruz, un lienzo de grandes proporciones que roba el aliento por la excelente técnica y la perspectiva aérea que maneja. Sus pinturas, en un primer acercamiento, resulta un auténtico reto para la imaginación, pero una vez que te atrapan, se convierten en un viaje a las entrañas del genio.

La vida de Dalí estuvo marcada por dos personajes, el primero y más importante fue su esposa, la musa inspiradora que lo motivaba y traía la magia a él, su amada Gala, figura femenina que retrató en casi todas sus obras. El segundo fue el escritor Federico García Lorca, amigo de juventud al que le profesaba un inmenso cariño y con quien se dice mantuvo una etérea relación amorosa a través de cartas, en las que se profesaban amor oculto entre líneas.

Aunque mucho se ha dicho del que no sólo fue pintor, sino también escultor y escritor, la realidad es que Salvador Dalí fue un catalán que rompió esquemas. Un artista que con cada pincelada daba cátedra de perfección. Un hombre que no necesitaba la aprobación de nadie, más que la de él mismo. Un personaje, ecléctico, estrafalario, único e irrepetible. ¡Un genio en toda la extensión de la palabra!