Un 11 de mayo de 1904 nació un hombre considerado, quizá sólo por él mismo, como uno de los mayores exponentes del surrealismo “El surrealismo soy yo…” decía Salvador Dalí. Un personaje que hablaba de él mismo en tercera persona tal vez porque sabía mejor que nadie que Salvador Dalí era un personaje creado a conveniencia de quien lo representaba.

Nacido en una familia burguesa de España, Salvador tuvo desde pequeño el apoyo de su familia para poder desarrollar sus habilidades artísticas, fue por eso que, en 1922, entró a la Real Academia de Bellas Artes en San Fernando, en Madrid. Donde conoce a dos de sus grandes amigos: el cineasta Luis Buñuel y el poeta Federico Garcia Lorca, quienes marcarían, sin duda alguna, la vida de Dalí. 

Después de continuar viajando un par de veces, en 1929 llega a París donde Joan Miró lo acerca al grupo de surrealistas liderado por André Breton. Después de su acercamiento el artista comienza a trabajar bajo esta corriente y conoce a la mujer que estará detrás del personaje Gala, mujer que lo acompañaría el resto de su vida. 

Mientras Salvador Dalí comenzaba a consagrarse como un artista surrealista, en la vida personal su padre rompía relación con él. Se dice que el papá de Salvador no estaba de acuerdo con la relación de Gala y tampoco con la participación de su hijo en el grupo de los surrealistas, sin embargo años después se reconciliaron.

Dalí se consagra como un artista en la época de los 30 y partir de ahí mucho de lo que sucede comienza a descifrar la verdadera naturaleza de Salvador Dalí. Ya autodeclarado un genio el artista no solo interviene en la pintura, su paso por la escultura, la escritura o el séptimo arte fue igual de reconocido y admirado. 

La forma en la que el artista hablaba de él o de su obra dejaba mucho para analizar; las distintas entrevistas extravagantes que hacía y la forma en que guiaba las propias  palabras y la de terceros comenzó a rendir frutos, el dinero comenzó a llegar y a partir de este momento no paró. 

Un museo propio, La vida secreta de Salvador Dalí, La persistencia de la memoria, Cristo de San Juan de la Cruz, el logo de las paletas Chupa Chups y muchos lienzos en blanco firmados por él son un legado bastante significativo para una sola persona. Quizá muchos ponen en duda la autenticidad de su obra, lo que es real es que Salvador Dalí siempre tuvo en mente una meta: el dinero, lo cual logró mejor que cualquier reconocimiento como artista o no artista.