De todas las veces que he descubierto un nuevo artista o género musical, ninguna ha sido tan especial como cuando conocí la voz de Brian Molko. De la mano de una persona que siempre será importante en mi vida, escuché por primera vez ese tono nasal y característico del músico luxemburgués. Sentados en la última fila de un salón de clases, compartíamos unos audífonos, pero también cierta tristeza.

Nunca supe qué era lo que en aquel entonces le acongojaba, tampoco le conté el motivo de mi melancolía pero como buenos adolescentes cualquier trivialidad lograba desequilibrar -aún más- nuestro estado emocional. Mirándonos a los ojos y sin decir una sola palabra nos sonreímos; relajé mi cuerpo en aquella incómoda banca, recargué la cabeza en la pared y mirando al techo me perdí en los acordes de ‘You Don’t Care About Us’.

Pocos días después oímos el disco completo, escuchamos Without You I’m Nothing, desde el primer segundo ‘Pure Morning’ me atrapó… Unos, dos, tres, cuatro, cinco segundos y la batería hizo su aparición para dotar a la canción de una cadencia mucho más hipnotizante, para crear un loop de 4:15 minutos que contrastaría con la voz nasal cuyo acento en las palabras “crawling” y “pure” sonaban con tal encanto que me era imposible dejar de sentir fascinación.

Llegó el turno a ‘Brick Shithouse’, de la cual, hasta la fecha, podría prescindir. Hasta ahí mi mirada era de escepticismo ante el disco, fue a petición de mi acompañante que le di una oportunidad. El ritmo cambió por completo; con ‘Ask for Answers’ la tristeza en la guitarra me hizo suspirar, pero también fue una señal para dar mi aprobación al disco, aún sin saber lo que vendría después.

No suelo ser de las que van track por track para reseñar un álbum, pero ‘Without You I’m Nothing’ me dificulta la tarea. En casi todo el disco hay algo poderoso que evoca sentimientos y recuerdos. El tema que da nombre al álbum me dejó dos lecciones: Placebo no iba a conceder un lado rosa al amor, todo en sus letras sería depresión, crisis existenciales y -más- depresión; siempre el lado oscuro.

El segundo aprendizaje lo entendería después y lo haría con un vínculo directo a ‘My Sweet Prince’ del mismo disco: la melodía puede evocar mucho más que sólo la letra o su interpretación. Hoy, esas dos canciones vienen a mi mente para evocar siempre el recuerdo de ese viejo amigo. En aquel entonces no sabía de tiempo ni de pérdidas, así que sólo estábamos ahí disfrutando de nuestra juventud junto a Placebo.

Las canciones siguieron corriendo, una a una a les di una palomita. Recuerdo que la -en ese entonces- polémica película Cruel Intentions popularizó ‘Every You, Every Me’. No se trataba de una cinta tan tabú como pudo ser Trainspotting, sin embargo, era lo más “prohibido” que las niñas “fresas” veían en ese entonces, y para los hombres siempre existiría el morbo adolescente del beso entre Sarah Michelle Gellar y Selma Blair. El himno de aquella cinta estaba a cargo The Verve con ‘Bitter Sweet Symphony’, pero Placebo compitió dignamente y quedó en segundo lugar.

Así que sí, entré a la moda disfrazada de lo “diferente” y metí ‘Every You, Every Me’ a mi ranking -también ‘Bitter Sweet Symphony pero esa es otra historia-. Hoy sé, que en realidad no fue una moda, hay algo en aquella canción que me sigue gustando, incluso es parte de mi selección cuando necesito algo que me ponga de buen humor. También, y pese a que algunos tachan de sosa, la película de Roger Kumble permanece en mi corazón… demasiados recuerdos para dejarlas ir.

Como cierre a ese estilo apaciguador del disco, oímos ‘Burger Queen’. En ese entonces no me resultó melancólica, eso pasó después.Aún así, parecía muy ad-hoc para nuestra edad: “Things aren’t what they seem, makes no sense at all…” Como adicional ‘Evil Dildo’ no terminó de soñar, pues esa tarde decidimos que la vida nos esperaba en algo más y le robamos esos últimos minutos a Without You I’m Nothing. Quizá sea coincidencia, aún suelo pasar de largo de ese sonido oculta del disco.

Hoy, hablar del disco no es para mi hacer un homenaje a Placebo, es hacerle homenaje a esa persona que nunca olvidaré, que sin saberlo influyó en mí, que me enseñó demasiado, quizá más de lo que nunca imaginó. Hoy escribo un homenaje para alguien que más que un amigo fue una guía, para que donde quiera que esté sepa que sin él, yo sería nada.