Te lo juro Juan, eran dioses y tocaban increíble, yo pensaba que serían angelitos con túnica blanca, cabello rizado, facciones suaves y cuerpos esculturales con un arpa o algún instrumento así de cursi, pero no fue así. Al principio fue extraño estaba divagando en mi habitación en la madrugada, todo era tranquilidad hasta que un rayo de luz dorada cayó en el centro de mi cuarto y se expandió como una explosión y me alcanzó.

En ese momento la luz a lo largo y ancho de mi recámara se volvió blanca y mi cuerpo se cubrió de dorado. Me sentía ligero y glorioso, como si dentro de mí habitara un poder más allá de este plano que lograra conectar cada sensación de mi cuerpo y maximizarla. Donde se ubicaba la puerta de mi cuarto, salieron dos criaturas divinas, eran como tigres de bengala con alas, Juan, y yo volé con ellos a una velocidad incalculable, no sé si fue la inercia o el ímpetu pero atravesamos objetos sin destruirlos y no sentía absolutamente nada, ni el aire o algún mosquito que pudiera intervenir en nuestro camino.

Fuimos tan arriba que llegamos al universo y era más oscuro que un bosque en la noche, pero había un camino de luz que nos guiaba y una especie de cueva que resaltaba por los colores tan llamativos que borboteaban dentro de lo que yo imaginaba era la entrada. Entramos y mi cuerpo perdió la luminosidad y los felinos desaparecieron, llegué a un sitio que no he visto ni en películas, ni en sueños Juan, era una locura.

Fue como si todos mis conocimientos de culturas ancestrales se hubieran reunido en un solo lugar y en varias islas flotantes, había pirámides egipcias, pero también algunas que reconocí como aztecas, sabes que no sé de eso de mitologías Juan, pero también había enormes pastizales con un verde brillante adornados de flores de toda clase y colores brillantes, cascadas altísimas en las que no se veía el fondo del agua, artesanías griegas, romanas, era como fusionar el Valhalla y los Campos Elíseos y todos los paraísos que se nos han prometido.

Yo estaba en lo que parecía ser la isla central, pero en lontananza vislumbraba muchas más islas, finalmente pude apreciar el lugar desde un buen punto de vista, y en mi isla había una especie de Partenón en el que se escuchaba mucha bulla. Entré y efectivamente miles de personas se congregaron en ese lugar, arriba del campo había seres míticos y ubiqué que eran dioses porque empezaron a tocar y nunca había escuchado algo como eso, y tal vez no sé de mitología, pero tengo mis años escuchando toda clase de bandas, Juan y de veras que cada nota, cada desborde de intención era tan complejo y ejecutado con maestría, fue tan sublime que inmediatamente me percaté que era inhumano.

Cada dios era diferente y había guitarras eléctricas con distorsión, baterías, teclados, sintetizadores, trompetas y hasta violines, Juan, yo creía que ese instrumento solo lo tocaban los demonios y fue tan gratificante. Todos tocaban desde un pilar de mármol que flotaba y se colocaron arriba mientras que en la extensión del partenón había una especie de guerra.

Fue como un ritual, ¿sabes? la música tenía pausas al principio, y cuando la guitarra comenzó una melodía excepcional todas las tropas iniciaron su ataque. Había guerreras con vestido café y cabello verde que atacaban con una lanza montadas en pegasos, algunas volaban sobre aves fénix, también había soldados con armaduras fluorescentes que rodeaban sus cuerpos, ellos iban a pie, me detuve un momento viendo cómo luchaban hasta que descubrí quienes eran los enemigos.

Un montón de monstruos que salían de una grieta parecida a la que me trajo a este mundo, pero de color morado y bastante oscura, dentro del Partenón entraban gigantes, arañas enormes, cientos de orcos y zombies que intentaban destruir el lugar pero inmediatamente eran neutralizados por los guerreros, era como si la música fortaleciera sus habilidades, los dioses no dejaban de tocar y ambientaban la batalla.

Una diosa violinista tomó el arco para su solo y las armaduras, muñequeras y escarcelas de los guerreros tomó un brillo particular, la luz estaba de su lado y barrieron con cada monstruo que invadía el lugar pero no dejaban se emerger de la grieta de otro universo pero el pundonor de los guerreros era infinito.

Finalmente la pista retomó el ritmo que llevaba al principio de la canción, todos los guerreros se reunieron, los dioses repetían la misma melodía, pero cada vez más fuerte, su intensidad contagió a los guerreros que todos se elevaron creando un poder inimaginable, la luz se volvió infinita, lanzaron un rayo enorme hacia la grieta y acabaron con todo rastro de ese problema.

La colisión creó una luz tan potente que me trajo de regreso a mi habitación, Juan, pero en el trayecto escuché las trompetas y una voz que declaraba la victoria y detrás una celebración, la fiesta era aún mayor, pero yo me alejaba y en determinado momento se volvió imperceptible.

Escuché tocar a los dioses, Juan, y no tocan música clásica ni cantan coros celestiales, ejecutan piezas instrumentales con toda clase de instrumentos, pude ver a los guerreros regocijarse con su ambientación y melodías ancestrales, y estoy seguro que eso los hace invencibles.
Inspirado en el disco Infinite Symphony de Clearlight, Movements I y II