La mitad del pasado
Ignot Salley se sentía seguro de su obra, las máquinas del tiempo habían sido prohibidas debido a desajustes temporales ocasionados por antiguos viajeros, pero el individuo alto, delgado como si el hambre lo acechara, nariz gruesa y puntiaguda y adornado por cejas blanqueadas por las canas, obtuvo los planos para diseñar su propio artefacto.
En épocas navideñas, cuando el frío congelaba la superficie terrestre, la melancolía cubría el corazón de Salley. Él deseaba atarse a la vida y depositó sus esperanzas en aquella máquina en forma de cápsula color plateada la cual era lo único resaltante entre un cuarto oscuro, lleno de comida rápida, latas aplastadas de cerveza, libros tirados como si hubieran sido arrojados, todo cubierto por el polvo característico de un hogar olvidado.
Los ojos azules de Ignot Salley se humedecieron, quizá de alegría o de miedo, desde el inicio de su soledad no entablaba un diálogo con fines recreativos, solamente decía lo necesario, sin embargo hoy lo imaginaba distinto, por ello decidió ducharse, rasurarse esa barba larga y descuidada, no pudo cortarse el cabello que alcanzaba la mitad de su espalda pero lo amarró haciendo una coleta bien apretada, se cuestionó si ese era el aspecto adecuado para abrazar su recuerdo, ignoró la respuesta, se vistió y se acercó a la máquina.
Se introdujo a la máquina, recordó presenciar cientos de viajes en el tiempo cuando el gobierno y la comunidad científica aún no suspendían la práctica pero él nunca había realizado alguno, no lo creyó necesario hasta que su presente de desmoronó y esa melancolía que lo aplastaba como la nieve embargaba los techos de las casas lo obligó a viajar al pasado para curar su alma. Direccionó las coordenadas a 1975, a su antiguo hogar, exactamente a las 7:20 de la noche de un 13 de junio, accionó el botón y emprendió el viaje.
Ignot Salley despertó agitado y jadeando por algo de aire, se percató de que se encontraba en el patio trasero de su casa, justo a un lado del cubilete de basura, entendió que su viaje temporal fue exitoso, se dio prisa para levantarse y dirigirse a su antigua habitación, un destello de emoción creció desde lo más profundo de su alma mientras subía las escaleras de madera, miró el reloj ubicado en la pared de la sala, faltaban 2 minutos para las 7:30, por primera vez en mucho, los labios resecos de Salley se estiraron para sonreír.
Cuando llegó a su habitación, encontró a su versión infantil, acostado en la cama y observando la televisión, Salley se posicionó en un punto para no ser visto por el niño y volteó a hacia la pantalla, llegaba justo a tiempo para revivir ese tierno recuerdo de su programa favorito cuando era joven. Inició la música del opening de la caricatura y sintió como si su corazón volviera a funcionar, su cuerpo se sensibilizó al punto de notar como se enchinaba lentamente la piel y recorría los brazos, el torso, el rostro y salía por las puntas de sus cabellos. Cantaba para sí mismo, sus ojos lloraban y sus mejillas se adormecieron por las constantes sonrisas.
Fueron 15 minutos de éxtasis total en los cuales Salley revivió, quería correr hacia la tele para abrazarla pero implicaba el riesgo de ser encontrado como intruso, se contuvo y miró la televisión otro rato pero el júbilo había terminado, la emoción de su recuerdo no fue por siempre, Ignot Salley se sentía miserable y solo otra vez. Se desesperó al reconocer que su única esperanza para amarrarse a la vida fracasó y su felicidad fue momentánea.
Ignot Salley estaba aliquebrado, temía ser capturado por los policías si regresaba al presente. Volvió a la máquina con el fin de vagar entre recuerdos pero ninguno le entregó la dicha máxima que le devolviera su vitalidad, de hecho, sus memorias se volvían más oscuras, pronto se perdió en su propia vida buscando momentos felices y accidentalmente se topaba con amarguras y tragedias que había superado.
El último recuerdo de su vida fue cuando se encontró paseando en bicicleta, fue reconfortante hasta que su yo del pasado cayó y se lastimó gravemente, Ignot Salley escuchó los llantos de dolor y no pudo contenerse más, abandonó la situación pensando que su mente le jugó una broma haciéndole creer que antiguamente vivía mejor, no hubo un recuerdo ni un presente que lo mantuviera vivo, así que buscó un lugar solitario para acostarse y antes de morir de tristeza, irónicamente vio pasar su vida en un destello.