Sin duda, uno de los discos más relevantes y sobresalientes del año, es el que nos dejó Beth Gibbons. Una pieza rupestre que vale la pena escuchar en los momentos de serenidad de nuestra vida para poder apreciar cada detalle que hay en ella.

Con 59 años, recién en el 2024, la intérprete de la célebre banda Portishead se embarca en su primer álbum como solista. Algo inédito en la industria musical, o por lo menos, poco habitual. 

Considerando que, la mayoría de los artistas que optan por experimentar nuevos ritmos bajo su propia tutela, lo realizan ya sea cuando se desintegra la banda, o en su mejor momento musical y de sus vidas, es decir, a una edad media.

Sin embargo, Portishead comenzó cuando ella tenía ya sus 26 años, momento donde la mayoría de las bandas se consolidan y están en punto álgido. Pese a eso, ha logrado consolidarse como una de las voces más exquisitas de la industria musical. 

Y es que ella no tiene nada que perder. Tras 30 años con la banda, pese al éxito, no ha tenido esa mediatización que tan popular convierte a la gente. Ha preferido vivir fuera de los reflectores, haciendo su música a su tiempo, sin tener que demostrarle nada a nadie, porque todos sabemos de lo que es capaz, teniendo de respaldo varias décadas componiendo. 

Y con la retórica de su entrada a la tercera edad, es cuando lo dicho anteriormente confabula con su presente para crear una fábula acerca del tiempo, de la muerte y de disfrutar del momento. 

Es normal que presente en sus figuras retóricas ideas sobre el miedo que causa la muerte y estar en el posible ocaso musical, por todos los deterioros que en avanzada la edad se presentan. 

Y aún así, Beth Gibbons es capaz de darnos una obra que no peca de ser auto indulgente. Y eso es fascinante porque termina siendo el reflejo de un artista que no nos habla desde su acólitos o soberbia. Creando un trabajo más humano. 

Tan humano que decide instrumentar casi todo el disco, sin centrarse en un solo género, pero con un único estilo. Utilizando arreglos que generan una atmósfera gitana/rumaníe, con elementos rupestres y naturales. 

Natural como son las diferentes etapas de la vida. Destacan el uso de cuerdas, que por momentos son muy bajos, llenos de disonancias y ecos, como si fuese una sensación de estar en el bosque, pendulando entre el orden y el caos.

Reaching Out” es de las canciones más interesantes del repertorio, con aires épicos y medioevos. O “Floating on a momento” que cuenta con ese ambiente lúgubre pero onírico a la vez. 

Y mencionar el uso de percusiones, como si de una tribu se tratase. Siendo “Rewind” el más claro, así como la canción con la que abre el álbum.

Y, por último, los propios arreglos y procesos que elevan la experiencia. “Whispering Love” y esos sonidos de pájaros al final que relajan. Dejándote con la sensación de querer escucharlo nuevamente, esperando el mejor momento del día para darle una revisión, como si de un mantra se tratase. Con el fin de prestar atención a las capaz que tiene detrás.