El director y productor mexicano de cine documental, Everardo Gónzalez presenta su séptimo largometraje titulado Yermo, una muestra de antropología visual cuya esencia antepone  la vivencia al saber académico. La cinta es un compendio de material audiovisual que se recabó durante ocho años de travesía por nueve desiertos correspondientes a países como México, Mongolia, India, Estados Unidos, Perú, Islandia, Namibia, Marruecos y Chile.

El filme supone dentro de la filmografía del autor un nicho rutinario y familiar desde  otras latitudes del planeta que distan en espacio, pero bajo determinadas condiciones rozan con nuestro pensamiento “es una posibilidad de  mirar la parte luminosa, la vida del ser humano(…), mi interés estaba en comunicar con otras personas en un espacio de completa incomunicación presentó Everardo durante una conferencia de prensa.

La realización de la cinta implicó un reto babélico y ambivalente tanto por el desconocimiento del lenguaje  y su  matización por parte de los guías “la especulación de lo que  creo nos transmitían a mi y a Alfredo, los intérpretes, resultó ser que eran grandes poetas, porque la poesía que nos referían, la traducción no eran lo me estaba comunicando el otro”, comentó González.

Yermo, cabe destacar, es un proyecto que exigió bastos esfuerzos en la obtención de su materia prima y edición, misma de la que se presume, la dotó de forma y sentido “es una obra que se salvó mucho en montaje  porque empezamos a entender que da una oportunidad también para un poco reírse de quiénes somos nosotros los que portamos las cámaras, que venimos de construcciones sociales completamente distintos, que entendemos la relación no sólo con el entorno”, explicó el director.

Paloma López, editora del largometraje, trazó una línea de apreciación divergente a la del documental etnográfico convencional; puesto que, Yermo no es mirar al otro, sino mirarse a sí mismo en los ojos de alguien más y el derecho de interpretarse.  “El material era muy caótico  por sí mismo (…), fue una película que se fue encontrando, no sé si fue Everardo que inconscientemente la tenía, el artista trabajando sobre su obra”, apuntó Paloma sobre el proceso de posproducción.

Parte de la riqueza del lenguaje audiovisual se logra a medida en que imprime creatividad a la selección  y orden de la constelación de imágenes. “Al principio no teníamos traducciones de nada de lo que teníamos y yo pensaba y tenía como la idea de que se podría sostener simplemente por la imagen y fue lo primero que hicimos”, recalcó la editora. 

La música, para el caso de esta entrega, actúa como un narrador cómico y nostálgico, una composición que se desprende de la música regional y evade su clasificación en un género específico. “yo tenía en  la cabeza hace mucho poder lograr a partir de mi instrumento todo un score, esto significaba explorar un instrumento más allá de las posibilidades que tiene y lograr una nueva narración (…) es como decir sólo con el desierto y sólo con las personas, puedes contar la historia”. precisó el músico Raúl Vizzi,  quien hizo referencia al bandoneón.

Finalmente, se destaca la participación del artista visual especializado en paisajes, Alfredo De Stefano, eje rector y recurso creativo de la producción “la película refleja el espíritu de lo que yo he hecho a lo largo de veinte años en el desierto , quizás los que conozcan mi obra van a ver uno de los personajes de mi obra que aparecen en el documental, la película ahí está mi obra está ahí.