Tuvieron que pasar más de 10 años para que Eastwood regresara.

Después del estreno en el 2008 de la enorme Gran Torino, el director americano se involucró en una serie de proyectos encargados por la productora Warner Brothers, era claro que Eastwood se sentaba en la silla de director con el único fin de cumplir con la cuota de películas que le pedía (exigía) el estudio.

Jersey Boys, Sully, Tren a París; todas eran películas de un cineasta sin nada que decir, filmes que apestaban a obligación, emergencia y contrato. Con La Mula, Clint Eastwood ha revivido muchos de los cimientos de su filmografía. A nivel estético, argumental e ideológico, la nueva película de Clint es un retorno a su cine más tenebrista y a su arte más entretenido.

La Mula cuenta la historia de Earl Stone (Clint Eastwood), un hombre solo y y quebrado cuyo negocio está a punto de ser embargado. El anciano se ve obligado a aceptar un trabajo de transportista sin saber que se está convirtiendo en traficante para un sanguinario cartel mexicano. Muy pronto, la fama de Stone llega a los oídos del agente de la DEA Colin Bates (Bradley Cooper).

La película no es perfecta ni mucho menos, tampoco pertenece al canon más sagrado de la filmografía de Eastwood, sin embargo, representa una resurrección sutil y esperanzadora de un personaje trascendental del cine americano moderno. Todos los elementos que alguna vez forjaron su arte se asoman de manera tímida en La Mula: las luces a medio encender de Million Dollar Baby, las puertas argumentales a medio cerrar de Mystic River, la atmósfera fantasmagórica de Cartas desde Iwo Jima, la carga humorística de Gran Torino, todo se encuentra ahí en claves menores.

Como narrador, Eastwood se deshizo de la carga “patriotera” que venía arrastrando en sus últimas películas. Sí, La Mula tiene una importante esencia política y social (como toda la obra del director), sin embargo, ha dejado atrás el sermón para desplazarse a una zona mucho más reflexiva. Eastwood no regaña, expresa.

Como director, Clint ha cambiado la vulgar grandilocuencia de lo más reciente de su obra por su habitual discreción y elegancia. El realizador octogenario (me sigue impresionando su inquebrantable compromiso con el cine) ha conseguido calibrar de nuevo su ojo cinematográfico con una puesta en escena segura, contundente y sencilla. Eastwood no subraya, sugiere.

El trabajo detrás de cámaras de Eastwood es admirable, pero es su labor actoral la que le otorga grandeza a La Mula. Con su interpretación, arrastra todos los defectos del guión hacia un lugar cálido y extrañamente hilarante. La mirada de matón sigue ahí, pero con un toque de desilusión, resignación y sabiduría; todo el bagaje de un hombre que se sabe cerca del final. Eastwood no alardea, se reconoce.

Aunado a la antológica actuación de Eastwood (a mi modo de ver una de las mejores de su carrera), está la presencia del infravaloradísimo Bradley Cooper, un actor formidable y cabe destacar, el alumno más avanzado de Eastwood en temas de dirección.

Para algunos, La Mula podrá pecar de lineal, de concisa, de poco creíble (es posible que sea todo eso); en lo personal, es desenterrar mi fe a una religión que he profesado durante más de 15 años, es regresar a una iglesia que creí derrumbada, es reactivar mi obsesión por una filmografía que he revisado de forma obsesiva, casi enfermiza; es, en conclusión, regresarme el orgullo por mi director favorito de todos los tiempos.

Si La Mula es el testamento cinematográfico del director, podemos estar tranquilos, ya que estamos ante una obra “eastwoodniana” en todo el sentido de la palabra: varonil, innegable e inamovible.

Eastwood no pretende ser, es.

Bienvenido de vuelta pirata.

  • The Mule
  • Estados Unidos, 2018
  • Director: Clint Eastwood
  • Guión: Nick Schenk (Artículo: Sam Dolnick)
  • Con: Clint Eastwood, Bradley Cooper, Michael Peña, Taissa Farmiga
  • Duración: 116 minutos