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Mientras me preparaba para enfrentar las 3 horas que significarían presenciar La Vida de Adèle, me pongo a pensar en mis películas románticas favoritas de todos los tiempos. Apellidos como Wilder, Curtiz, Chaplin, Yimou, Eastwood o Ray circulan por mi cabeza. El amor y el desamor  -me digo a mí mismo- han sido recreados mil y un veces en la pantalla y por esto, hallar un film que reproduzca honesta y conmovedoramente este sentimiento es un regalo impagable…un milagro.

Han pasado sólo diez minutos desde que comenzó la película y la cámara intimista y el estilo transparente de Abdellatif Kechiche ya me hacen pensar en lo mejor, el milagro es latente. Y en efecto, empieza a cristalizarse con la aparición en pantalla de Adèle Exarchopoulos, una joven actriz que con un apabullante naturalidad y gran encanto nos guía durante 180 minutos a través de diez (intensos) años de su vida.

Ya sumergido totalmente en el lenguaje de Kechiche y en la química de Exarchopoulos y Seydoux, las imágenes comienzan a aparecer con la grandiosa sensación de saber que se quedarán contigo por mucho tiempo. La escena de la primera cita en el parque, me hace ver que el milagro se ha concretado, la danza de close-ups, las miradas encontradas y también las desviadas, las sonrisas, los labios mordidos, los ligeros roces de piel, son material de romanticismo puro, ¡milagro, milagro!, grito a mis adentros.

 

Ecos del mejor cine romántico

De pronto, me veo a mí mismo profundamente conmovido por lo que veo y escucho; lo que era al principio una simple película de temática lésbica, se convierte ante mis ojos, en una oda al amor… el amor verdadero, aquel que encumbra y te deja caer, aquel que acaricia y hiere.

El tiempo se hace corto con cada fotograma y por momentos siento que revivo aquellas películas de mi vida, el tragi-cómico Apartamento de Wilder, las encantadoras Luces de la Ciudad de Chaplin, la lejana neblina en Casablanca de Curtiz o los tambaleantes Puentes de Madison de Eastwood.

No les mentiré, mi puritanismo hace que me sienta incómodo con las escenas de sexo e inclusive llego a pensar  que desentonan con la sutil historia de amor. En el segundo visionado presiento que me he equivocado, que las explícitas escenas no responden a un interés lascivo, al contrario, son una carta de valentía y una lección de sinceridad, Kechiche, en un ejercicio de frontalidad no permite que el amor se esconda bajo las sábanas y lo muestra todo a flor de piel.

 

De seda y hierro

Como en la vida, el director turco no se guarda los detalles y representa en la pantalla todas las caras del amor: la tierna y la dolorosa, a veces con toque de seda y a veces con golpe de hierro, Kekiche, apoyado por un par de actuaciones en estado de gracia, nos narra la intensa historia de una chica llamada Adèle, una joven que sueña con América y que le dedica su vida a los niños, una mujer a veces inocente, a veces seductora, a veces confundida pero siempre humana.

Como sucede en las mejores épicas, en La vida de Adèle terminas la película hecho pedazos. Una extraña combinación entre cansancio y satisfacción invaden tu cuerpo después de tres horas de un cine robusto. La diferencia es que aquí no estamos ante una épica bélica o histórica, la epopeya es interna, claustrofóbica y recae, casi en su mayoría, en una actuación que tuvo que hacer uso de una infinidad de matices para hacerse real.

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Dime que todos estos años me has estado esperando

-Spoiler-

En una escena al final de la película, Adèle asiste al encuentro de su amada con la esperanza de recuperarla, de encontrar un último vestigio de amor, al ver que ella la ha olvidado y que ha seguido con su vida, algo se rompe y se convulsiona, se trata de aquello que llamamos el paso a la adultez. La tristeza que me invade es equiparable a la que sentí cuando vi por primera vez Johnny Guitar de Nicholas Ray, ya saben aquel demoledor diálogo:

Johnny: ¿A cuántos hombres has olvidado?

Vienna: A tantos como mujeres tú recuerdas.

Johnny: ¡No te vayas!

Vienna: No me he movido.

Johnny: Dime algo bonito.

Vienna: Claro. ¿Qué quieres que te diga?

Johnny: Miénteme. Dime que todos estos años me has estado esperando. Dímelo.

Vienna: Todos estos años te he estado esperando.

Johnny: Dime que te habrías muerto si no hubiera regresado.

Vienna: Me habría muerto si no hubieses regresado.

Johnny: Dime que aún me quieres como yo te quiero a ti.

Vienna: Aún te quiero como tú a mí.

Johnny: Gracias. Muchas gracias.

 

Tu propio París

-Spoiler-

Kechiche cierra su historia de amor con un destello de esperanza, como agradeciendo a Adèle Exarchopoulos por su entregada actuación. Adèle se va con la certeza de que ha perdido a su primer amor, pero del otro lado de la pantalla aquel hombre que conoció alguna vez, el actor secundario de Hollywood, corre en su búsqueda, ¿la alcanzó?, ¿salieron?, ¿siguieron juntos?, ¿se enamoraron? No importa, la esperanza sigue viva.

Llora Adèle, llora todo lo que puedas que ya sonreirás, que ya encontrarás otra vez el amor y si no pasa, no importa, que si a Bogart y Bergman siempre les quedará París a ti siempre te quedará tu azul profundo.

 

  • La vie d’Adèle – Chapitre 1 & 2 (La Vida de Adèle)
  • Abdellatif Kechiche
  • Guión: Abdellatif Kechiche, Ghalya Lacroix (Novela gráfica: Julie Maroh)
  • Con: Adèle Exarchopoulos, Léa Seydoux, Salim Kechiouche, Mona Walravens, Jeremie Laheurte
  • Francia. 2013.