Ana, mi amor
Como toda historia de amor, Ana, Mon Amour, inicia con una incómoda situación, de esas que parece dramática pero en el fondo esconde un aire de comicidad. Tras conocerse en la facultad de literatura, Ana y Toma inician una relación basada en la atracción física, también en la empatía de provenir de familias disfuncionales. Poco a poco la pareja irá descubriendo que en el amor, no todo es color de rosa.
La cinta de Calin Peter Netzer es una trampa que nos mantiene dubitativos al expresar una opinión sobre ella. Por momentos la representación que se hace de las relaciones codependientes y tormentosas parece tener tintes de Love de Gaspar Noé, pero sin sus excentricidades ni pretensiones transgresoras. En su ritmo se asemeja más a la francesa Mon Roi, protagonizada por Vincent Cassel.
Ana, Mon Amour nos mantiene tratando de descifrar la verdad en la historia; algunos incluso se enganchan tratando de encontrar al culpable de la fallida relación. ¿Será Ana y sus espontáneos ataques de pánico los causantes de un distanciamiento? ¿Serán las escenas de Toma en el psiquiatra la clave para encontrar al chivo expiatorio? O como dijera Juan Gabriel, ¿la costumbre es más fuerte que el amor?
La tormentosa relación se cuenta en episodios breves. Mientras Toma se encuentra recostado en el diván de su psicólogo va haciendo un recuento de los momentos junto a Ana, los cuáles cada vez se tornan más y más destructivos. A través de esas memorias el protagonista tratará de encontrar respuestas, tratará de hallar de nuevo su libertad pues su relación se ha convertido en una especie de sombra de la que no se puede desprender.
Si consideramos que todos hemos vivido relaciones cortas, largas, bellas, desalentadoras o que incluso estamos construyendo nuevos lazos cuyo futuro aún es incierto, resulta fácil trasladarnos a los zapatos de los personajes. Sin embargo, la empatía se ve interrumpida con la lentitud del filme. Y aunque las confesiones de Toma a su psicólogo ayudan a contextualizar la historia, se vuelven también un recurso repetitivo.
Ana, Mon Amour no es precisamente una joya del séptimo arte, pero es justo reconocer que Calin Peter Netzer logra dejar en la audiencia una extraña sensación. Su final no deja de ser doloroso, pero en medio de esa tristeza también nos deja una luz de esperanza. Al final cada uno decidirá la interpretación de la obra, también de sus relaciones y de sus emociones.
Es difícil tener un juicio categórico sobre la cinta, mucho más complicado decirles que no se la pueden perder. Se trata de una obra para la cual hay que ir preparados. Si son asiduos del cine, odian las tramas románticas e ingenuas y además van en un humor desenfadado, entonces les diré que Ana, Mon Amour será una interesante elección que les dará mucho material para discutir.