Bandersnatch es el nombre del nuevo experimento de Netflix, que llega como  un largometraje adicional a las cuatro temporadas de la exitosa serie Black Mirror. La distopía, la locura y la tecnología son temáticas que permanecen en la cinta pero con un factor adicional: la interactividad.

Como es de esperarse, la cinta contiene infinidad de referencias desde la alusión a Jon Ritman, al libro 1984, hasta metatextos sobre Netflix, Black Mirror y a la misma trama de Bandersnatch. Los fans pueden encontrar un póster que alude al capítulo ‘Metalhead’; uno de los finales alternos nos lleva directamente al plató de la producción; además de una gran cantidad de pistas ocultas sobre los posibles escenarios finales.

A lo largo de la película, el espectador irá tomando decisiones con respecto al desarrollo de la historia, así se hace un paralelismo entre lo que vive la audiencia y lo que Stefan, el protagonista, busca lograr en el desarrollo de un videojuego, mismo que basa en el libro de Jerome F. David de donde toma su nombre el juego y el capítulo. De esta manera se plantea una discusión sobre el libre albedrío que no trascenderá la pantalla.

Si bien Black Mirror se ha caracterizado por sus poderosas historias, en su largometraje no hay mucho de qué asombrarse. La idea de romper la cuarta pared con el espectador para incluirlo en el curso de la trama, se vuelve un fastidio. Quizá sea una cuestión generacional, pero como cinéfila formada en la antigua escuela, el tener que “decidir” por el protagonista resulta distractor, no solo por la preocupación de seguir avanzando, sino de crear la expectativa del “que hubiera pasado” que, como estrategia publicitaria, parece todo un acierto, pero como experiencia de la audiencia, yo diría que es bastante incómodo.

Además, no se puede pasar por alto los diálogos que tienden a condenar nuestra selección, anticipando que la decisión lleva a Stefan hacia un callejón sin salida, por lo que habrá que regresar el tiempo para enmendar el camino. Y aunque no podemos negar que existen escenarios interesantes, al juntar las piezas queda una historia floja, todo factor distópico se desvanece al eliminar la interactividad; eso, sin contar todos los cabos sueltos que deja la cinta.

Debo admitir que si algo logra Bandersnatch es sumergirnos en la locura de su protagonista al querer explorar todas las rutas posibles nos vamos perdiendo en los sucesos, ¿qué pasó en cada vía? ¿Están conectadas las historias o solo me estoy confundiendo? Y aunque, de antemano sabemos la respuesta, es casi imposible evitar que surjan los cuestionamientos.

En general, la cinta parece un buen experimento, que causó la suficiente curiosidad por verla al explotar el posicionamiento de Black Mirror, pero mi veredicto no es tan complaciente como el de algunos millenials a quienes la propuesta les ha resultado innovadora y entretenida. Ustedes juzgarán, quizá un primero de enero en pijama sea la mejor opción para vivir su propia experiencia frente su pantalla negra.