Mientras Milan Kundera, en La insoportable levedad del ser, lamenta que la vida de una persona sea un bosquejo inacabado que le impide llegar a lo sublime de una obra maestra; Christian Arredondo Narváez dibuja la suya con trazos firmes, selectos y aventurados que van moldeando una vida plagada de éxitos que vaticina un futuro plagado de triunfos. A sus poco más de 30 años este mexicano se yergue como una promesa importante para la animación mexicana.

Un par de lentes que monopolizan sus ojos y sobre los que se reflejan sus ideas, una tupida barba realizada con la técnica del puntillismo, un revoltoso cabello que se niega a ser sujeto y un labio inferior ancho que dirige la creación de sonrisas que se repiten incontablemente, son los trazos que dibujan el rostro de este mexicano animador quien, después de haber estudiado la carrera de comunicación, decidió decantarse por su pasión.

Desde su amado Celaya esbozó un camino que atravesó el Mar Atlántico y culminó con una obra que lo llevó a estudiar en la Gobelins, l’École de l’image, una de las mejores escuelas de animación en el mundo; esto, tras ganar la beca Animéxico otorgada por Guillermo del Toro. 

“Toda la experiencia fue muy rica, notas la relación que hay entre el oficio y la sociedad en que se desarrolla, cómo es la industria allá, incluso la forma de trabajo que tienen las personas. Había cierto aire de relajación, de tener que correr tanto y eso creo que ayuda a que uno pueda desarrollar mejor sus habilidades”, recuerda Christian con una mirada que regresa a Francia.

Su estancia en esta excelsa escuela de animación le permitió a Christian adquirir más confianza en sí mismo y en su trabajo. “Creo que me ha permitido apreciar más las distintas voces que hay alrededor, eso es lo principal, la relación que se da con las personas y el entendimiento de la animación como un trabajo de personas y un trabajo que es importante para la sociedad”.

Primeros trazos

Para este animador le es muy difícil encontrar el momento exacto en que supo que quería ser animador. Sin embargo, rememora aquellos días de infancia en que veía caricaturas con su hermano y en los que ignoraba que detrás de cada uno de sus personajes favoritos estaba una persona realizando un empleo. Su mano siempre tuvo un lápiz a la mano; sus hojas, cientos de personajes y situaciones que emanaban de una mente inquieta; sus ojos, un mundo que conectaba con su mente y se veía en la necesidad de replicarlo con trazos.

Sus estudios de comunicación le permitieron acercarse, someramente, al dibujo de una manera “más seria” y un viaje a España lo llevó a ese oasis al que denominan Museo del Prado. Christian Arredondo recuerda que fue en ese momento “cuando empecé a tomar más en serio el dibujo y las artes visuales.”

Aunque a él no le gusta encasillarse en un estilo y asevera que sus trazos dependen del proyecto que se encuentre realizando, confiesa que en su trabajo ha tomado como referencia a artistas de gran talla que han enriquecido su obra. “Algunas de esas referencias fueron los dibujos de Moebius que eran muy detallados y usaba muchas líneas; para otros casos, la síntesis de Mike Mignola que utiliza muchos negros. Hugo Pratt, por ejemplo, me gustaba la soltura y el desenfado de él; yéndome más atrás hay personas importantes como Goya o incluso mexicano como (José Guadalupe) Posadas”.

En su trabajo, Christian Arredondo busca representar a un México real, libre de idealizaciones vagas y ajeno a estereotipos deleznables. Para él, su país es un territorio rico en contradicciones y bañado de singularidades que lo dotan de unicidad e identidad propia. “Busco una manera de hacer animación mexicana del tipo que yo hubiera querido tener cuando era niño. Creo que las ideas tienen que venir de la honestidad, de lo que tú sientes. Tiene que ver con todo lo que has vivido. No se trata de forzar la mexicanidad para tener un producto de exportación.”

Dibujar tu propio camino

Los obstáculos son inherentes a la vida, pero para este joven animador el principal obstáculo al que uno debe enfrentarse es a su propia mente, el miedo a dar el salto para crear. Su primer cortometraje, Tauromaquia fue creado con softwares gratuitos que lo acompañaron en múltiples noches de desvelo. El deseo de terminar su corto y la pasión que siente por la animación lo impulsaron para terminar este proyecto que le valió el reconocimiento internacional.

Mientras realizaba Tauromaquia Christian trabajaba como diseñador gráfico y, a pesar de que, “Mi sueldo no era muy grande, aunque sí suficiente para vivir”. El deseo de ver su obra terminada no lo desvió de su camino. “Tenía la idea de terminarlo, para saber qué se siente tener algo terminado”.

Con base en este experiencia. El animador mexicano asegura que lo único que se necesita para cumplir los sueños y traspasar las fronteras del país con tu trabajo, son las ganas y “que uno de verdad se comprometa a hacer cosas, conozco a mucha gente talentosa que no se ha decidido a hacer algo, a terminar algo. Tienen razones que son legítimas, tal vez hasta razones económicas. Al fin de cuentas la cosa es hacerlo con los recursos que tengas. Siempre habrá excusas y si uno es capaz de identificarlas, ya es bastante avance y entonces de repente te pones a trabajar y ya. Suena muy fácil.”

Para finalizar, Christian Arredondo pugna porque la gente dibuje su camino y, como él, se quiten el miedo de crear algo y hacerlo realidad. “Creo que hay muchas personas que tienen algo importante que hacer o decir. Me gustaría que todas esas personas que están por ahí solo tuvieran la confianza de creer en lo que piensan para tener el placer de ver qué se siente cuando algo se crea y sale al mundo”.