Una vez más, Gaspar Noé provocó a la audiencia con su cine perturbador, transgresor y explícito. Y sí, para el cineasta argentino hay poco lugar de maniobra, al igual que Lars Von Trier y, en menor medida, Nicolas Winding Refn, estamos frente a una bifurcación que nos obliga a decidir si los amamos o los odiamos; con ellos no hay medias tintas. Como suele ser, los detractores encuentran en cada milisegundo una razón para desprestigiar sus obras, mientras que los amantes se congregan en una especie de secta que venera cada película.

Dicho esto, cada uno sabe a lo que se enfrentará tras comprar un boleto para Clímax, cinta más reciente del también guionista, en la que se nota con mayor definición el sello de su autor. Además, parece que con esta obra se consolida como artista. Por una parte, la historia detona de una situación quizá poco común pero trivial, para narrar un sinfín de problemas sociales, igual de enfermos que su estilo: violencia, incesto, racismo y excesos. Por otro lado, deleita con una majestuosa construcción visual. Basta con ver los primeros segundos de la cinta para darse cuenta.

Una mujer deja un rastro de sangre en la nieve, ese blanco de pureza y esperanza se ve manchado: sin saber la causa, podemos anticipar la visión de Gaspar Noé: eventualmente la nieve cubrirá el carmesí, el horror y todo será olvidado; tal como sucede en nuestra sociedad. Acto seguido, aparece una vieja televisión proyectando entrevistas a un grupo de bailarines. La pantalla está enmarcada por libros y películas en formato VHS; no solo un guiño a lo vintage, sino a los referentes que han inspirado la carrera del director.

Para la tercera escena, Noé nos lanza una “cubetada” de puro arte. Una secuencia que resulta una de las danzas más bellas entre la cámara y el resto del set. Ritmo, ritmo, ritmo. En el audio, no hay sorpresas, la música electrónica es parte característica de la filmografía del argentino. El tema ‘Supernature’ es por sí mismo, la representación del arco dramático que sigue la cinta. Caos, tensión, (más ritmo)… vorágine. La coreografía es hipnótica; travellings, cenitales, dollys, la cámara junto al elenco pone sus movimientos más sensuales al servicio del espectador.

La música termina; las referencias sobre el final o las influencias del director quedan atrás. La historia arranca. En Clímax no hay sutilezas, de hecho no existen en el vocabulario o filmografía de Gaspar Noé. A él le gusta prescindir de algunos elementos narrativos, sustituye las alegorías con hiperrealismo; las elipsis sobran en los tiempos del franco-argentino porque él prefiere largas secuencias, sucesos que se cuentan casi en tiempo real. Sus cintas no llevan mensajes ni reflexiones, son sólo un retrato de la decadencia, de la podrida moral.

Para enfatizar su excentricidad, recurre de nueva cuenta a la presencia del rojo intenso en la iluminación. Lo hizo en Irreversible, Enter the Void y Love; lo repite en Clímax. Con la gama de bermellones, verdes y azules exalta la energía, la euforia y el drama. La composición en su totalidad nos arropa en medio de una celebración que se ha salido de control, alguien ha adulterado el ponche de los bailarines y el ambiente se vuelve hostil, violento. El lado más salvaje y primitivo de los jóvenes sale a la luz con el público como un testigo en primera fila.

La película que se proclama como francesa y orgullosa de serlo, rompe con todos los estereotipos. Ya sabemos que no es la romántica comedia parisina; definitivamente tampoco es cine intelectual o para snobs. Simplemente es Gaspar Noé, no necesita ser explicada, no requiere intelecto, sólo estómago para una hora y media de un lenguaje audiovisual poco convencional, atroz e intenso, pero al mismo tiempo atractivo.

  • Climax (Clímax)
  • Francia, 2018
  • Director: Gaspar Noé
  • Guión: Gaspar Noé
  • Con: Sofia Boutella, Romain Guillermic, Souheila Yacoub, Kiddy Smile
  • Duración: 95 minutos