Luego de ser la gran victoriosa del pasado Festival de Cine de Sundance, CODA, la más reciente cinta de Sian Hederb, por fin llegó a salas comerciales de nuestro país. Con su estreno se puso en debate, una vez más, la credibilidad de los premios, los gustos del jurado y el tipo de producciones cinematográficas a las que se les da visibilidad. 

La cinta recorre la historia de Ruby Rossi, interpretada por Emilia Jones, quien debe poner un equilibrio entre sus estudios, sus ilusiones y su dinámica familiar. Al ser lo que en inglés se conoce como CODA (Child of Deaf Adults/ Hija de Adultos Sordos), Ruby funge como mediadora entre las autoridades, compradores, políticas y abusos del negocio pesquero que maneja junto a su hermano y su padre.

Hederb optó por hacer un remake de la película francesa La familia Bélier que se apegara a las fórmulas festivaleras y taquilleras. Evita ahondar en la complejidad de su premisa, tampoco e incluso desaprovecha la coyuntura actual para hacer un acercamiento más empático. La directora decide, casi como fórmula, poner el interés romántico por encima del dramático. 

No es que se deba demeritar a las comedias románticas pero lo que menos necesitamos es más narrativas que normalicen cualquier nivel de violencia. CODA cae en el cliché del amor que nace de las heridas. Disfraza de torpeza la falta de responsabilidad afectiva. ¿Quién pensaría que una adolescente víctima de bullying tiene una vida perfecta? No se puede seguir romantizando el cómo alguien vulnera la confianza e intimidad de otra persona.

Aunado a ello, CODA cuenta con un par de líneas poderosas que se desperdician. La primera de ellas cuando Ruby reclama su derecho a explorar su individualidad; a perseguir sus sueños y a dejar de ser el bastón de una familia que ejerce una especie de violencia psicológica sobre ella. “Mis cosas también son importantes” reclama; sus necesidades se han puesto siempre en segundo plano. 

Constantemente la protagonista se siente excluida, pero al mismo tiempo, su familia se ha vuelto dependiente de ella, dejándole total responsabilidad de su futuro económico. Ser mediadora e intérprete en su hogar es por igual una condena que un acto de amor. El problema es que la película se inclina por la primera, dibuja padres egoístas e irresponsables, más allá de temerosos o vulnerables.

El segundo momento que se malgasta es cuando Leo (Daniel Durant), enfrenta como hermano a Ruby. Él quiere ser reconocido como el mayor, quiere ser parte importante en las decisiones. Entonces grita que es la sociedad quien tiene que aprender o siquiera esforzarse por lograr comunicarse con los sordos. 

Para este punto algunas situaciones conectan. Con ese diálogo, el guión le da esperanza a la familia. El momento alcanza para dar paso al cierre donde dejan entrever un desenlace satisfactorio para todos, pero no alcanza para sembrar la reflexión necesaria sobre el tema. Nuevamente, las fórmulas del final feliz se sobreponen en CODA

Punto aparte, que también merece ser abordado es la participación de Eugenio Derbez. No por la polémica de sus detractores, sino porque no podemos ignorar que el éxito comercial de la película, al menos en México y USA, recae en gran medida en el hecho de que su nombre figure entre los créditos. 

Su interpretación no es sobresaliente, pero cumple. La interrogante es, de todos los comediantes -sin importar su nacionalidad- ¿no había alguno que sí cantara? Es ahí cuando nos cuestionamos si la decisión se debe a su talento o fue una movida estratégica con la que se mataban dos pájaros de un tiro. Por un lado una mejor recepción tanto en México como en USA, y por el otro apegarse a las nuevas cuotas que deben cumplir las producciones. 

CODA es una película melodramática que en su forma entretiene, pero también engaña. En su fondo podemos encontrar estructuras frágiles que se esconden en lo melodramático; hilos fuertes de las cuáles se pudo tirar pero que mejor se tiñeron de fórmulas efectistas y un remake que apostó más por los premios que por los discursos. 

La cinta pudo ser la que arrasó en 2021 en Sundance pero dista mucho de ser mejor que otras obras que también se han llevado las preseas del Gran Premio del Jurado y Premio del Público, como Minari de 2020.