Concierto de Canción Taruga
México es un muy peculiar país que es reconocido a nivel internacional por su gastronomía, su cultura prehispánica, su tequila y sus música. Es en este último rubro en que reluce una peculiaridad más que, tal vez, ha sido obviado por los extranjeros: el talento para sufrir.Los que habitamos este singular país hemos aprendido a manejar el dolor con maestría, a dominar ese maleable sentimiento y transformarlo en risas, llanto… arte.
Nora Huerta y Ana Estévezse presentaron el 31 de octubre pasado en El Vicio con el Concierto de Canción Taruga, en el que representaron, con gran maestría, ese talento que tenemos los mexicanos para sufrir y ahogar las penas a través del alcohol. Nora y Ana mostraron con qué facilidad se han adaptado a esta “nueva normalidad” y presentaron un concierto híbrido que también se transmitió vía online.
El hilo conductor de este viaje musical lo marcó el sentido del humor y la capacidad de Nora Huerta para tornar el dolor a risas y evidenciar lo absurdo del sufrimiento. Con un repertorio de canciones emblemáticas como Paloma negra, Que te vaya bonito,La chancla, Un puño de tierra, entre otras, el Concierto de Canción Tarugasintetizó, excepcionalmente, el dolor, arrepentimiento, deseo, tristeza y desasosiego que conviven con ese singular mexicano que deambula por ciudades, ranchos y pueblos del país pavoneando su dolor: el tarugo.
Los dedos de Ana Estévez tejieron con soltura y destreza notas agridulces que golpearon el corazón y sedujeron los oídos de los asistentes que estallaron de júbilo, más que un acompañamiento, la música de Ana fue la segunda voz de un diálogo cómico por medio del que Nora Huerta diseccionó las penas compartidas por los amantes para evidenciar su absurdo y lo sazonó con puntuales comentarios acerca de la pandemia actual y sus inconvenientes.
Lejos de ser un concierto canónico en el que la música monopoliza el tiempo, la química que manejaron Nora Huerta y Ana Estévez permitió que se estableciera un diálogo íntimo con el público en el que la música fungió como panacea para aquellos tarugos adoloridos por una pena que se vio minada por el estridente talento de las intérpretes.