Hablar de migración es un tema que polariza a la sociedad.  Por un lado están los que defienden su derecho a no compartir territorio con externos y seguir con el orden natural de las cosas; y por otro,  los que se ven en la necesidad de salir de su país de origen para intentar sobrevivir. Lo curioso de todo esto, es que en ambas posturas hay un punto en común, y es la deshumanización del migrante, al grado de volverlo invisible.

Es aquí donde la obra El privilegio de ser perro, viene a dar voz a todos aquellos seres humanos que la han perdido, en ese viaje – muchas veces forzado- por  buscar un lugar “mejor”. Con un texto de Juan Diego Botto y bajo la dirección de Carlos Lozada, el actor Diego Klein, sube a escena en La Teatreria, para regalarnos un monólogo fuerte y bien estructurado que retumba en la cabeza y en el corazón del espectador.

El privilegio de ser perro nos muestra la visión de dos personajes totalmente opuestos. Primero conocemos a Arquímedes, un policía de migración, que tiene una postura radical, cruel y egoísta sobre los que quieren acceder a su país, sea cual sea su motivo. Después se  da paso a Alex, un exiliado que dejó su país y perdió a toda su familia en el intento de huir de la dictadura; un hombre lleno de remordimientos, rencores, tristeza y sed de justicia.

Foto: Ofelia Correa

Es justo Alex, quien trae a la luz esa paradoja de la vida, envidiar a un perro. ¿Cómo es posible que un ser humano pueda sentir celos de un animal? La pregunta se responde cuando se da cuenta que la empatía por un perro es más fuerte que por un ser humano, dejando a la luz lo podrido de la esencia del hombre,.

En ambos discursos el lenguaje resulta crucial, ya que es a través de él que ambos personajes exponen sus entrañas. En el caso de Arquímedes, genera una sensación de incomodidad y rabia. Creyéndose superior y con una  actitud hostil, se convierte en el verdugo del público. Mientras que Alex, evoca a la culpa y el sentimentalismo de un hombre que dejó de serlo, todo por no tener un papel.

Foto: Ofelia Correa

El actor Diego Klein, lleva al límite a ambos personajes, tanto física como emocionalmente. Los matices que imprime en cada uno de ellos, hace ver la confrontación de pensamiento y realidades que existen. Situación que como público te involucra de inmediato en la historia.

Después de la función charlamos con el protagonista de la historia quien declaró que su trabajo en El privilegio de ser perro, es un homenaje para todos aquellos migrantes que no han podido hablar. “Esta obra hace que no estén en el olvido y sé que para el público es algo fuerte y que resulta como un regaño, pero es justo lo que conlleva ver la realidad”.

Confesó que se siente afortunado por poder contar esta historia, porque le está dando la oportunidad de “volverse mejor ser humano”,  al alzar la voz desde el escenario, en un tema que necesita generar eco en la sociedad.

El privilegio de ser perro es una obra fuerte, que genera esa necesidad de introspección para analizar cuál es tu postura al respecto. Abre el panorama sobre un tema que muchas veces se minimiza, y a la vez,  te sensibiliza para voltear a ver a todos como lo que somos, seres humanos.

Foto: Ofelia Correa

Este monólogo se presentará todos los sábados a las 19:00 horas  y los domingos a las 18:00 horas, en La Teatreria, hasta el 5 de abril. Date la oportunidad de ver más allá de los prejuicios y la indiferencia.

  • La Teatrería
  • Drama
  • Sábados 19:00 horas y domingos 18:00 horas, hasta el 5 de abril
  • Dramaturgia: Juan Diego Botto
  • Dirección: Carlos Lozada
  • Elenco: Diego Klei