Paul Gaugin escribió las memorias de su primer viaje a Tahití en un diario al que llamó “Noa Noa”, en referencia a la fragancia de las mujeres tahitianas. De este documento parte el contenido de la película dirigida por Edouard Deluc: Gaugin, un viaje a Tahití, en donde se recrean las experiencias del pintor en esta isla polinesia.

Eran tiempos difíciles y Gauguin (Vincent Cassel) buscaba renovarse; anhelaba encontrar inspiración fuera del panorama que ofrecía París, al que consideraba desgastado y “muy visto”. Dejó atrás su familia (esposa y cinco hijos), su hogar, amigos y su patria; sus allegados consideraban su partida como una idea disparatada, por lo que nadie aceptó acompañarlo.

“Quienes me critican, incluyendo tu familia, no conocen la naturaleza de un artista”, en estas líneas supuestamente escritas en una carta dirigida a su mujer— el pintor expresa el significado de su travesía: abrazar la libertad, volver al origen y sentir la vida de manera completa.

Parte de esa vitalidad la recupera al conocer a Tehura (Tuheï Adams), una joven nativa de la isla, a quien toma por compañera y convierte en su musa; la relación entre ambos resulta en un número vasto de pinturas. Sin embargo, las dificultades en la vida de Gauguin no cesaron, su obra no fue debidamente reconocida y su estado de salud empeoró.

Durante el filme los paisajes de Tahití no son escasos, Gauguin se ve inmerso en las montañas, selva y mar. En este sentido se genera una contradicción: vemos lo paradisíaco del lugar, a la vez que atestiguamos las carencias del pintor y sus incansables esfuerzos por sobrevivir.

Sin embargo, en cierto punto se deja de lado su proceso artístico, pese a que podemos resaltar que en algunas escenas se muestra el background de algunos de sus cuadros durante este periodo tahitiano. Gauguin pertenece al numeroso grupo de artistas que fueron aclamados hasta después de su muerte.

No te quedes sin conocer este fragmento crucial de su biografía.  El Tour de cine Francés continúa en el interior de la republica.