En su edición de 2017, el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), presentó con bombos y platillos la nueva producción del maestro austriaco Michael Haneke, Happy End.

Como era de esperarse, Haneke vuelve a la silla de dirección con un drama frío y contundente sobre la decadencia de la burguesía en la europa actual. Con su característica rigurosidad formal y su economía de recursos narrativos, el austriaco ha creado una especie de autohomenaje, un ejercicio narcisista que jamás termina por cuajar.

En Happy End encontramos todos los temas que han obsesionado a Haneke a lo largo de su carrera: la violencia interna, la depravación sexual como arma de escape, la muerte, la vejez y el vacío de una existencia rutinaria. La gran gama de temas que pretende abarcar la película, es su principal y definitivo error.

Haneke, en un exabrupto de soberbia, se siente capaz de integrar toda su filmografía en un solo filme, el problema con esta peligrosa aventura es que nunca termina por comprometerse con una temática o un personaje. El director quiere hablar de todo y termina por decir nada.

Cuando en el 2015 Haneke abandonó la filmación de Flashmob, el que sería su más reciente proyecto, se podía percibir que algo andaba mal con el proceso creativo del director -es extraño que un artista tan disciplinado y riguroso como él abandone una grabación de la nada-. Este mal presentimiento sobre un bache creativo se volvió realidad con el visionado de una película sin rumbo ni relevancia.

Michael Haneke no espanta a nadie con su nuevo film, sus planos congelados, su cámara distante y todos los magistrales trucos narrativos que en otras ocasiones me paralizaban, ahora me saben a fórmula preestablecida. Happy End no es más que una receta diluida de sus obras maestras: Caché, Amor, La Pianista, La Cinta Blanca, Benny´s Video… todas están ahí, pero al mismo tiempo, no están.

La recriminación que hago de Happy End es dura, sin embargo, es necesaria y comprensible. Haneke es un artista que me acostumbró a lo mejor, los estrenos de sus películas eran hitos del cine moderno; el maestro del cine europeo actual no puede dormirse en sus laureles, su cruel y lúcido arte debe estar siempre en forma para recordarnos que la sociedad debe mejorar.

La frialdad estética y argumental en la obra del austriaco es habitual, sin embargo, siempre fue contrarrestada por la potencia e importancia de su cine, en esta ocasión, Happy End solo me ha dejado congelado en una capa gélida de aburrición. Haneke bajo cero.

Continuaremos con nuestra cobertura de FICM 2017, no se la pueden perder, síganos en nuestras redes sociales.

  • Happy End
  • Austria, Francia y Alemania, 2017
  • Director: Michael Haneke
  • Guión: Michael Haneke
  • Con: Isabelle Huppert, Jean-Louis Trintignant, Mathieu Kassovitz, Fantine Harduin
  • Duración: 110 min.