La Cría
Todos hemos cometido alguna locura por amor; hemos jurado que será la última vez que nos sofocamos al tragarnos el orgullo pero al final del día, no hay frase más cierta que aquella que profesa el poder de ese sentimiento: “el amor mueve montañas”.
Carlos Talancón presenta La Cría, una obra que enchina la piel con cada diálogo y nos sumerge en un suspenso psicológico pocas veces ejecutado con éxito en teatros. La Cría absorbe la atmósfera de obras como El Bebé de Rosemary del cineasta Roman Polanski o Una Cuestión Personal, del escritor Kenzaburo Oé. Las tres ejercicios de horror, engendrados en distintas disciplinas -cine, literatura y teatro-, tienen en común la capacidad para construir de forma admirable y temible, la presencia de un ente casi maligno, un diminuto demonio capaz de destruir voluntades y devorar almas con el simple sonido de su llanto.
En una historia común de monstruos, el protagonista tendría dos caminos sencillos a seguir: matar o ser asesinado. ¿Qué pasa cuando no sólo es imposible eliminar a ese ser maligno, sino que estás obligado a amarlo?, ¿qué sucede cuando el monstruo del cuento es tu propio hijo? Esta atenuante hace que el terror que genera La Cría sea palpable, real y profundamente cercano.
Se trata de una obra cuya calidad se mide en más de un ámbito, el trabajo sonoro se siembra en la mente de los espectadores la duda, la curiosidad y al mismo tiempo, la tensión necesaria para empatizar con los personajes. Por momentos se comparte el miedo y por ratos queremos ser salvadores.
La tensión de la obra se sostiene a partir de las actuaciones de Milleth Gómez y Javier Sánchez, cuyo estoicismo soporta cada golpe de realidad, cada grito desesperado, cada horrible silencio… Carlos Talancón ha creado un infierno terrenal y ha abandonado a sus actores en él con una sola arma: el amor.
En la puesta en escena, se ve a la pareja luchando hasta el último minuto para alimentar y cuidar a un ser que lo ha tomado todo de ellos y para el que nada parece ser suficiente. Es la cría quien pone a prueba algo más que su fortaleza, pone a prueba el amor ¿será que éste lo puede todo?
La historia de ficción también es una reflexión sobre la interpretación que hacemos de un sentimiento que pocas veces entendemos, pero por el que constantemente sacrificamos nuestro ser, aunque su precio nos deje incompletos… Literal.
Honoré de Balzac dijo alguna vez: “Los padres para ser felices, tienen que dar. Dar siempre, esto es lo que hace un padre”. Quizá el buen Balzac debería levantarse de su tumba, ver La Cría y pensarlo dos veces…