Viernes por la tarde, viernes de estrenos. Abro la aplicación móvil de una de las distribuidoras de cine más importante del país, aquella que remite al hogar de Superman, Metropolis. Los platillos fuertes del fin de semana: La nueva película de Del Toro, The Shape of Water; el más reciente churro de terror, Inside y el bocado habitual que ofrece año con año el octogenario Woody Allen, Wonderwheel.

Mi desidia me impidió asistir al cine aquel fin de semana, sin embargo, un detalle me hizo levantar la ceja de preocupación. Después de un leve escaneo por las carteleras de cines en la zona norte, poniente, centro y sur de la Ciudad de México y tras realizar un cálculo -que si no exacto sí es representativo-, mis números mentales me decían que por cada función de una película extranjera que se ofrece en su idioma original, se presentan cinco dobladas al español.

Por supuesto que esta tendencia hacia el doblaje no es nueva, pero el 2017 y el joven 2018 nos han traído un recrudecimiento radical en este aspecto y la realidad es que actualmente es muy difícil encontrar filmes en su idioma original.

La epidemia del doblaje tuvo su origen en el año de 1997, la distribuidora United International Pictures (UIP) se amparó contra la Ley de Cinematografía decretada en el sexenio de Salinas, dicha norma -en su artículo octavo para ser exactos- dictaba que todas las películas serían exhibidas en su idioma original a excepción de aquellas que tuvieran un contenido “educativo” o que se trataran de filmes animados -por razones lógicas-. El objetivo de la UIP en ese entonces, era el de distribuir Jurassic Park doblada, a fin de llegar a un público masivo. Para no hacer el cuento más largo, la UIP logró su amparo y diversas distribuidoras emularon la acción legal. Ahí inició la era del doblaje indiscriminado en México.

No todo es desdeñable en la historia del doblaje en nuestro país, las películas animadas fueron una gran plataforma para la creación de un gremio sumamente talentoso. Los profesionales del doblaje en México, hicieron un trabajo sobresaliente y forjaron -al menos en mi opinión-, el mejor equipo de América Latina y habla hispana en este rubro, tanto en películas como en series animadas. Muy pronto los especialistas fueron marginados y sustituidos por los comediantes o galanes de moda. Era el pan de cada día encontrarse con las voces de Eugenio Derbez, Omar Chaparro o Andrés Bustamante en las obras de Disney, Pixar o Dreamworks.

La siguiente era del doblaje en México se caracterizó por la tropicalización burda, el lenguaje alburero y la moda pasajera. Las distribuidoras cambiaron el talento de los profesionales por el gancho publicitario que significaba tener el nombre de Andrea Legarreta o Martha Debayle en sus carteles.

Con independencia de la responsabilidad que tienen las grandes distribuidoras en este tema, debemos aceptar que la oferta irremediablemente se forma a partir de la demanda. ¿Por qué el público mexicano pide cada vez más las películas dobladas?: ¿Es la pereza de leer subtítulos?, ¿la empatía de escuchar una voz conocida?, ¿la necesidad de encontrar el humor mexicano en todos lados?, ¿la comodidad de recibir todo “peladito y en la boca”?  Quizá ninguna razón sea correcta, quizá todas.

Como cinéfilo -que no es lo mismo que consumidor de cine- me negaría aceptar que se le cambiara el idioma a mis recuerdos, no podría con la idea de escuchar al Vito Corleone de Brando doblado por Fernando Colunga, sería insoportable vivir con el hecho de que el sofisticado humor de Billy Wilder fuera sustituido por un chiste del super portero de Derbez: “córtale mi chavo”, le diría Jack Lemmon a Tony Curtis en Some Like It Hot. Tampoco quiero que el doblaje atente con mi futuro cinéfilo, ¿les gustaría que William Levy le diera voz a Ryan Gosling?, ¿quisieran que la exquisita Cate Blanchet sonara como Edith Gonzáles o Angelique Boyer?

Imaginen por un momento que asisten a The Irishman, la nueva película de Martin Scorsese; ¿qué pasaría si De Niro sonara como César Évora, Pacino como Arturo Peniche y Peci como Jesús Ochoa?

Para mí, la invasión de películas dobladas en las salas es un tema preocupante, la tendencia nos podría llevar a un escenario donde sólo podríamos encontrar obras subtituladas en cine clubes, plataformas de streaming o formatos de Blu Ray. Si compartes mi miedo te incito a que elijas la función subtitulada, que te inclines por degustar las obras en su esencia original y que evites la extinción del idioma original de la única forma en que se le puede manipular al mercado: consumiendo.

Lo que se pierde en la traducción es mucho más que palabras, intenciones cómicas o tonos de voces. En la traducción se pueden perder recuerdos y esos, son para siempre.