Los Miserables
Junto con Chicago, Cats, Mamma Mia, El Fantasma de la Ópera y El Rey León; Los Miserables es una de las joyas más brillantes de la corona de Broadway. La puesta en escena traída a México levantó muchas expectativas antes de su estreno.
Respaldada por un equipo creativo de primer mundo encabezado por Cameron Mackintosh (el productor de teatro más exitoso de la historia), Los Miserables parecía una apuesta segura, sin embargo, el resultado me ha parecido sorprendente.
El concepto de objetividad siempre me ha parecido estúpido, el ser humano expresa desde la opinión, desde la subjetividad y desde la pasión o el repele que le causa el arte. Con Los Miserables, no haré excepciones…
Vayamos por partes, el musical no es perfecto, adolece de un argumento irregular que se carga al lado romántico y suele caer en lo cursi (la pareja protagonista resulta el eslabón más débil del grandioso reparto). El segundo punto en su contra es la necedad eterna de las producciones mexicanas por tropicalizar todo el contenido. ¿Por qué siempre debemos “mexicanizar” los textos teatrales a fin de conseguir un chiste, un albur o un gag corriente? Nunca lo he entendido… La novela de Víctor Hugo es profundamente francesa, revolucionaria y triste… los chistes le quitan ese eco de desolación.
Pero aguarden, vamos a lo positivo. Todos los puntos negativos se me olvidan muy pronto gracias a un trabajo de producción y actuación que por momentos rozan la perfección.
Para mí, Los Miserables logra su triunfo con 3 golpes de genialidad:
La ambientación
Fantasmal, paupérrima, saturada de elementos, neblinas y tonalidades sepias… El diseño de producción entendió a la perfección el alma de la novela y creó una atmósfera de pobreza, lucha y desamparo.
Quizá no es tan fastuosa como la de El Rey León o Wicked, pero gana en la atención a los detalles y el trabajo casi artesanal de sus diseñadores.
El elenco de las sombras
El reparto protagónico de Los Miserables es bueno, pero la genialidad recae en los actores secundarios, aquellos histriones que no se llevan los reflectores y que entre sombras levantan el nivel del musical.
Un gran acierto de la obra fue contratar a gente de teatro, muchas producciones recurren a estrellas de telenovelas o “galanes” conocidos para atraer a grandes públicos. En Los Miserables no cabe el nepotismo, todos los actores tienen raíces profundas en el mundo del teatro musical y esto se nota a nivel técnico e interpretativo.
Mauricio Hernández
El joven actor es el alma aguerrida de la obra. En lo personal, me gusta la historia de Los Miserables que habla sobre la lucha social, la noble batalla de estos desdichados por un mundo más justo.
Mauricio Hernández -Claquesous-, es el corazón de esta pelea. Cada vez que suelta su poderoso aullido, la Marsellesa suena en tu mente. Cada vez que su canto resuena en el Teatro Telcel, te dan ganas de gritar a todo pulmón: VIVE LA RESISTANCE!
La versión mexicana de Los Miserables es teatro de primer nivel, sin embargo, no encontré su grandeza en los lugares que esperaba. Su calidad va más allá del cliché del musical espectacular, su verdadero triunfo lo podemos encontrar en el trabajo de un equipo de personas perdidamente enamoradas del teatro.