Hay situaciones que nos marcan de por vida; algunas para bien y otras para mal. Pero ¿qué sucede cuando la impresión es tal que se queda como una pesadilla que nos acompaña a todos lados? Ojos de madera de Roberto Suárez y Germán Tejeira nos acerca a lo que podría ser para un niño de 11 años.

La historia de Víctor nace a partir de un accidente automovilístico que sufren sus padres durante el cual perdieron la vida. Desde entonces desarrolló un trauma que parece empeorar con el tiempo. Serán sus tíos quienes tendrán que lidiar con las pesadillas del infante.

 

Siete años después de su filmación Ojos de madera tuvo su estreno en 2017. La producción argentino-venezolana ha sido descrita como un cuento de terror para adultos. Sin embargo, su eclecticismo lleva notas de David Lynch combinadas con tonos diluidos de Guillermo del Toro, una combinación interesante pero que no me resulta sobresaliente.

La cinta se divide en capítulos que podrían dotar de pistas a la historia, sin embargo encontrarles una razón de estar ahí sería no solo caer en el intelectualismo barato. Es posible que se trate meramente de un recurso estilístico, tal como suele hacerlo Quentin Tarantino.

Es verdad que Ojos de madera no es una película que atrapa al instante e incluso puede resultar un tanto difícil de seguir, pero tras saborear lentamente los escasos 60 minutos que dura podemos encontrar cierta satisfacción.

Es en esa plática post función en la que te das cuenta que la película goza de varios elementos a su favor. Desde su filmación en blanco y negro hasta todas las referencias a las que se llega para hablar de ella. A mi mente no solo llegaron aclamados directos también clásicos del llamado cine de culto.

Ojos de madera podrá no gustar a todos, pero no dudó en recomendar una cinta que lograr compararse con grandes nombres y más importante -al menos para mí- una cinta que causa polémica es una cinta que bien vale la pena ver.