Para muchos resulta difícil negarse ante cualquier solicitud, decir ‘sí’ parece ser el camino fácil y el que la sociedad reconoce como políticamente correcto. Al mismo tiempo, la palabra con tan sólo dos letras es tan poderosa en significado que es capaz de provocar todo tipo de sentimientos, desde la emoción de un enamorado al escuchar un ‘Sí, acepto’; hasta el temor que se vuelve desgarrador cuando la afirmación sale de los labios de un médico.

Hay un nombre que retrata los alcances de un ‘sí’ a través de una historia de amor eterno en todos sus matices: Michael Haneke. Este hombre lanza un gancho al estómago con su cruda y dolorosa cinta Amour, donde aceptar la promesa de una vida en pareja cobra nuevos simbolismos. Es una obra que no deja espacio a ninguna sutileza, una representación tan directa que al finalizar roba el aliento para dejar un vacío en el estómago. Recuperarse del golpe maestro de Haneke es ímprobo, casi imposible.

A través de la historia de Georges (Jean-Louis Trintignant) y Anne (Emmanuelle Riva), una pareja que dijo ‘sí’ al amor y al compromiso, se pone a prueba el romanticismo para convertirnos en testigos de un matrimonio que hasta el último minuto cedió a los caprichos del otro. Ni la petición más descabellada será negada, sin importar la resistencia de Georges, Anne logrará persuadirlo para conceder su deseo.

El drama gira en torno a los esposos,  los años no han perdonado a la senil pareja y la salud de Anne se deteriora. La enfermedad es el vehículo con el que Michael Haneke nos siembra dudas sobre la unión, las relaciones de familia, los caminos de la ética, la esperanza y como su título anuncia: el amor, sentimiento que el director austriaco lleva con milimétrica precisión, a los límites entre lo atroz y lo compasivo.

Acompañar a los protagonistas con empatía no es tarea difícil,  Trintignant y Riva vierten todo su talento en los personaje para generar en el espectador la ilusión de familiaridad de tal suerte que asusta sentirlos tan cercanos. Su trabajo histriónico llena la pantalla de forma escalofriante y con cada punto argumental de Amour se crean conexiones profundas, sin darnos cuenta los actores han colmado nuestros huesos de emociones contradictorias.

El camino que recorre la película pone al volante el padecimiento de Anne para verla vulnerable. ¿Cómo decirle ‘no’ a quien ha sido castigado injustamente por el destino con una enfermedad que poco a poco quebranta su cuerpo y su espíritu? ¿Cómo descartar las soluciones que su hija Eva (Isabelle Huppert) propone con mayor prudencia? ¿Habrá alguien capaz de negar su apoyo ante las decisiones de Georges? ¿No? ¿Sí?

La razón trata de dar respuesta a cada cuestionamiento, juega el papel del copiloto pero el mapa es demasiado confuso para dirigir o tomar las rutas más acertadas. Con este debate se materializa una visión realista, pero que deseamos se tratase de una premisa ficticia con pocas posibilidades de suceder fuera de una propuesta del séptimo arte.

Con la misma contundencia que el vocablo afirmativo, el director nos presenta las imágenes en la pantalla grande. Sin rodeos, ni recursos que adornen o metaforicen la trama; así, tajante va directo al grano como la vida misma. Las tomas, el ambiente, e incluso el departamento nos llaman a un ambiente álgido para hacer del transcurrir del tiempo algo más allá de simples elipsis. Podemos percibir el tortuoso proceso que sufren los protagonistas.

Cada crisis que retrata la pantalla, cada grito de suplicio, cada acto desesperado es una bofetada directa al corazón angustiado. Nuestro palpitar se debate al ritmo de los dos monosílabos más categóricos de nuestro lenguaje.

Para cerrar con la impactante obra, Haneke nos regala una alegoría, la única a lo largo de los 127 minutos del filme. La polisémica paloma, será responsable de lograr que cada espectador pueda construir en su mente el final de la historia. Lo que el ave nos deja en claro, sin importar el cierre que se prefiera dar, es que todo se justifica con el amor.

Cuando los créditos aparecen no queda más que una audiencia sin aliento, tratando de digerir lo que acaba de presenciar: una nueva versión del amor que nos hace doblegar. Nunca antes, se escuchó un ‘sí’ tan desalentador, uno que aniquila toda esperanza; un ‘sí’ que supera cualquier ‘no’ pronunciado en la historia del cine.

Amour, tan dramática como conmovedora, es un homenaje a la vida y a la pareja. Es un dramático poema, su autor, un relator de lo impensable. Cuando alguien pregunte sobre el matiz de la película o si el humor es factor relevante para verla; si alguien expone sus dudas sobre una preparación de la mente para disfrutar la cinta, sólo queda una respuesta: ´¡Sí!´ y Michael Haneke sabe que, irremediablemente, será nuestro propio existir quien nos entrene para ello.

 

  • Amour (Amor)
  • Director: Michael Haneke
  • Guion: Michael Haneke
  • Con: Jean-Louis Trintignant, Emmanuelle Riva e Isabelle Huppert
  • Austria/Francia/Alemania. 2012