The Beatles: Eight Days a Week
Cuando todo se ha dicho ya sobre la banda de mayor influencia en todos los tiempos, poco espacio queda para la sorpresa. De The Beatles hemos tenido versiones remasterizadas, ediciones especiales, material inédito, coleccionables, homenajes, y un sinfín de etcéteras. Así de larga también es la lista de explicaciones sobre el éxito y trascendencia que ha logrado el cuarteto de Liverpool a través del tiempo y espacio.
Cuando se es un fan, de esos acérrimos que sólo los Beatles han logrado conservar durante décadas, no se puede tener suficiente de Lennon, McCartney, Ringo o Harrison. Para todos nosotros, Eight Days a Week: The Touring Years era una cinta obligada. Bajo el lema “The band you know. The story you don´t” (La banda que conoces, la historia que no) el documental prometía información inédita.
Es difícil creer que después de todos estos años hay algo que no esté dicho ya pero, sin afán de ser redundante, debemos reconocer que cuando se trata de los Beatles, todo será bien recibido. Es por ello que aún cuando el director, Ron Howard, no cumplió la promesa de sorprender al revelar datos de la banda, su documental logra el cometido: una audiencia sonriente que desde sus butacas mueven los pies al ritmo de ‘Twist and Shout’, ‘A Hard Day’s Night’ y del soundtrack entero.
Si bien el filme podría ser un viaje musical que me recuerda lo mucho que desearía ser una baby boomer, para haber vivido aquellas épocas de buen rock, también es un recuento de esa parte de la historia que pocos recordamos. Mucho se habla de la separación, y pocas veces se reconoce ese lazo fraternal que los mantuvo unidos. Las imágenes los muestran en una relación de camaradería, de complicidad.
Fragmentos de entrevistas, conciertos y sesiones de estudios son las piezas que reconstruyen los años que The Beatles vivió sobre el escenario. Desde el famoso club nocturno The Cavern hasta el último concierto a final de la década de los 60 en la azotea de la compañía Apple Corps. Eight Days a Week: The Touring Years recopila la locura y el fanatismo, es la definición visual del movimiento de la beatlemanía así como de sus efectos.
Hacia el final del documental se hace un recuento de menos de dos minutos sobre las producciones que van desde Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band hasta Let it be. Aunque somos conscientes de que la cinta sólo enfatiza en los conciertos, se siente precipitado el desenlace. Howard recompensa al espectador al regalarle treinta minutos del concierto en 1965 en el Shea Stadium.
Las luces del cine se prenden, todos se levantan contentos, tararean las canciones de la banda más importante de todos los tiempos; mientras tanto yo sigo fantaseando en lo que pudo ser mi vida de haber nacido a tiempo para verlos en vivo. Ni modo, como muchos debo conformarme con verlos a través de la pantalla grande.